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Los personajes sólo sienten, padecen, se mueven y llevan a término la acción. Dramas comprensivos, como las epopeyas de que hablamos al empezar, se habían dado ya en la historia de la poesía. ¿Qué otra cosa era el Prometeo de Esquilo, que el mismo Goethe trató de escribir de nuevo y del que escribió en efecto trozos notables?

Por esto, porque recuerda grandes triunfos literarios y artísticos, y por otras mil razones, debe conservarse, cuidarse y tenerle abierto siempre que se pueda, con buena compañía. ¿Pero en la nación que se jacta, sin pecar de vanidosa, de poseer la más rica, original y sublime literatura dramática, sin que se le adelanten Grecia, Inglaterra y Francia, á pesar de Esquilo, Eurípides, Sófocles y Menandro, y á pesar de Shakespeare, Corneille, Racine y Molière, es bastante monumento nacional de esta gloria, es digno templo de nuestra Melpómene y de nuestra Talia el antiguo y modesto Corral de la Pacheca, por muy corregido, repintado y revocado que le pongamos?

Toma Calderón la fábula de Prometeo para argumento de un drama, y toman Fenelón y Lope el asunto de la Odisea para el Telémaco y la Circe, y nada hay más característico de su época que las obras de estos tres ingenios, ni nada más extraño al sentir, al pensar y al imaginar de Esquilo y de Homero.

Decía Sófocles en los últimos años de su vida que si había logrado escribir algo bello en su vida, fué renunciando á la pompa de Esquilo y también á los refinamientos de arte á que se sentía demasiado inclinado. Estas palabras deben dar que pensar á cualquier artista, porque encierran la más profunda enseñanza.

Salguero hacía un mohín de extrañeza. La lluvia era el pan para ellos. Producía las buenas cosechas, y con abundancia en los campos, los paletos gastaban mejor su dinero en la compra de caballerías. Nosotros vivimos der verano, don Isidro. Si no juese por las ferias, moriríamos como las ratas. Yo esquilo, y los camarás que tien caballerías las venden. En invierno, el pasto es muy caro.

Los griegos, con sus ideas religiosas que los impulsaban a la personificación de todos los elementos, consideraban un sacrilegio el solo intento de modificar los aspectos del mundo conocido, y Esquilo atribuye el desastre de Jerjes a la venganza divina, por la altiva manera con que el monarca persa trató al Helesponto.

Celebra en este libro y retrata con rasgos, a menudo felices, a varios poetas eminentes de todas las edades y naciones: desde Hornero, Anacreonte, Esquilo y Catulo, hasta Gœthe entre los extraños, y desde Jorge Manrique hasta Espronceda entre los propios.

Igual fenómeno en la literatura. Homero es el gran maestro del mundo helénico. Todos los poetas dramáticos, épicos ó líricos acuden á él para beber su inspiración. Esquilo, Sófocles, Píndaro y Eurípides confiesan modestamente que viven de las migajas de su mesa.

Taine asegura que la literatura española feneció a mediados del siglo XVII. Considerada, pues, nuestra literatura como una literatura muerta, y nuestra civilización como una civilización pasada, es de esperar que los eruditos, arqueólogos y humanistas, nos desentierren o nos acaben de desenterrar, para hacernos justicia, y que, ya que no vivan nuestros poetas como Shakspeare, ni unos héroes como otros, sean Lope y Calderon, como Esquilo y Sofocles, y valgan y vivan sus personajes, como Prometeo y Edipo y otros anticuados personajes del teatro griego.

Lo había adquirido en los almacenes del Louvre, entusiasmada por su baratura y hermosa encuadernación. ¡Adorable Teri! ¡Siempre mujer! Ella, a la que concedía Fernando más talento que a muchas hembras literarias, compraba sus libros en las tiendas de modas entre una pieza de encajes y una docena de guantes. Era una traducción francesa de las tragedias de Esquilo.