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Se esparcía el ruidoso grupo por el último piso como las más horrendas invasiones de la Historia. Gatos y ratas huían por igual á los rincones. Los pájaros, despavoridos, salían como flechas por los tragaluces del techo.

Aunque de observador humorístico, coinciden las noticias con las recogidas por el criado del Emperador, Juan de Vandenesse, en presencia de su augusto señor. Refiere que al anochecer llamaba el Contramaestre con el pito á toda la gente del navío, grandes y pequeños, y si alguno andaba remiso le avivaba con un chicote, de manera que corrían aquellos hombres como ratas.

Pues este que aquí ves, este nieto de mi abuela, cuando quiere significar su desprecio al Poder público; cuando quiere dar una bofetada a cualquiera que represente la autoridad usurpada y la ley tiránica, lo hace cara a cara, a pecho descubierto, poniéndose entre el peligro y la inmortalidad, entre el verdugo y la gloria. ¡Pero disparar cohetes en la sombra, asustar a las mujeres y desesperar a los de Orden público!... Reflexiona, hijo mío añadió, después de una pausa, con tonillo de propaganda evangélica que sabía adoptar en ciertos casos ; reflexiona en que si quieres educar tus virtudes cívicas, y llegar al grado de estimación pública a que hemos llegado los que estamos llenos de heridas, los que hemos ido de calabozo en calabozo, los que hemos comido ratas...».

Mirando los salones interminables que parecían iglesias, pensábase involuntariamente en la noche, cuando las sombras ahogaban la macilenta luz de la candileja del avaro y los pasos del viejo y su criada sonaban como en el ulterior de una cripta, en un medroso silencio interrumpido por los crujidos de la madera vieja y las veloces carreras de las ratas.

Y sin plegar casi el trapo, embestimos la playa, clavando la proa en la arena. ¡Señor, qué modo de trabajar! Aún me parece un sueño cuando lo recuerdo. Todo el pueblo se tiró sobre la barca, la tomó por asalto: los chicuelos se deslizaban como ratas en la cala. ¡Aprisa! ¡Aprisa! ¡Que vienen los del gobierno!

Salguero hacía un mohín de extrañeza. La lluvia era el pan para ellos. Producía las buenas cosechas, y con abundancia en los campos, los paletos gastaban mejor su dinero en la compra de caballerías. Nosotros vivimos der verano, don Isidro. Si no juese por las ferias, moriríamos como las ratas. Yo esquilo, y los camarás que tien caballerías las venden. En invierno, el pasto es muy caro.

Aún en noviembre, cuando tenía ya en jaque a todas las ratas de la casa, su gran encanto eran los saurios. Los peones que por a o b llegaban a la siesta, admiraron siempre la obstinación del perro, resoplando en cuevitas bajo un sol de fuego, si bien la admiración de aquellos no pasaba del cuadro de caza.

Aquí hemos de hacer una pequeña parada, pues en lo de las ratas sucede lo mismo que con otras muchas cosas de aquellas islas.

Yo vivo en Barcelona continuó el viejo , pero mi compañero de este distrito murió hace poco de la última borrachera, y ayer, al presentarme en la Audiencia, me dijo un alguacil: «Nicomedes...» Porque yo soy Nicomedes Terruño. ¿No ha oído usted hablar de ?... Es extraño; la prensa ha publicado muchas veces mi nombre. «Nicomedes, de orden del señor presidente que tomes el tren de esta nocheVengo con el propósito de meterme en una fonda hasta el día del trabajo, y desde la estación me traen aquí, por no qué miedos y precauciones; y para mayor escarnio, me quieren alojar don las ratas. ¿Ha visto usted? ¿Es esto manera de tratar a los funcionarios de justicia?

Las grandes bestias de caza, del tamaño de ratas, capaces de poner en peligro la vida de un cazador pigmeo, corrían en galope furioso, temerosas y encolerizadas á la vez por la intrusión de esta montaña andante, que podía aplastarlas con sus piernas, tan gruesas como los troncos de los árboles más antiguos.