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Eso quiere decir... dijo Rocchio resoplando como un ballenato. Lo que usted quiera, señor Rocchio. Y le dió el golpe de gracia, con esta preguntita intencionada: ¿No siente usted hoy olor a pólvora? A chamusquina contestó el otro, y juraría que soy yo el que arde, como costal de paja.

Pero el duque, que vió perfectamente el ademán, no quiso hacerse cargo de él: siguió gruñendo, resoplando, dejando escapar interjecciones violentas y paseando furiosamente por la estancia. Hasta que se presentó Llera y con él un grupo de sujetos encogidos, mal trajeados, de fisonomía vulgar.

Penetró resoplando en el tenebroso almacén de la calle de San Felipe Neri, dejando como siempre estupefactos, abatidos, aniquilados a los dependientes, para los cuales el duque de Requena no era sólo el primer hombre de España, sino un ser sobrenatural. Producíales su vista la misma impresión de espanto y entusiasmo, de temor y fervorosa adoración que a los japoneses el gran Mikado.

Aún en noviembre, cuando tenía ya en jaque a todas las ratas de la casa, su gran encanto eran los saurios. Los peones que por a o b llegaban a la siesta, admiraron siempre la obstinación del perro, resoplando en cuevitas bajo un sol de fuego, si bien la admiración de aquellos no pasaba del cuadro de caza.

De pronto le vió incorporarse y correr camino arriba, recogiendo y levantando con ambas manos el sayal, lo menos dos palmos más largo de lo que pedía el cuerpo bajo y rechoncho del desconocido. Pero no tardó éste en detenerse, resoplando como si le faltara el aliento y acabando por dejarse caer sobre la hierba.

Al fin, el más poderoso de todos, el egregio duque de Requena sacó el pañuelo y lo agitó en la ventanilla. Sonó un pito, respondió la máquina con prolongado y fragoroso ronquido, y resoplando y bufando, el tren comenzó a mover sus anillos metálicos y a arrastrarse lentamente alejándose de la estación.

En aquel momento, Cobo Ramírez, que andaba por allí resoplando como un buey cansado, se acercó a la mesa y quiso saber de qué se reían. No le fué posible arrancarles el secreto. Pinedo les hizo una seña prohibitiva porque tenía mucho miedo a su lengua.

Y es que no hay nada que desanime a los héroes tanto como las cárceles celulares. Llamaron inmediatamente a D. Peregrín Casanova, el cual, al revés de lo que le había sucedido a su amigo, entró majestuosamente en el salón, resoplando y balanceándose como un vapor que atraca al muelle.

El tren del Norte pasaba, resoplando y silbando... Quilito sintió frío y se abrochó el gabán; un calambre del estómago le hizo recordar que no había comido aquel día.

El Lucero botaba, corría como si en vez de dos cuerpos robustos llevase sobre el lomo un hacecillo de paja. Y resoplando furiosamente parecía decirles: «No tengáis cuidado, queridos, que por no quedaráNadie parecía por la desierta carretera. Los árboles, las granjas, las ventas quedaban atrás, como si no valiesen nada, como si no significasen nada para aquel potro valeroso.