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Triste cosa es que, al llegar casi á su término el siglo XIX, llamado de las luces, la humanidad haya adelantado tan poco, moral y políticamente, que, en el mismo centro de su más alta civilización, todos los hombres capaces de empuñar las armas anden cargados con ellas, haciendo el ejercicio, reuniendo con grandes gastos los más eficaces medios de destrucción, aprendiendo á matar y perdiendo en maniobras, revistas y paradas el tiempo que pudieran emplear en divertirse ó en producir cosas útiles y agradables, y teniéndose de continuo unos á otros en jaque y alerta; pero esto no tiene remedio y no hay para qué censurarlo.

Soltáronle en efecto. Pero como quiera que los novillos no valgan nada cuando no hacen alguna de las suyas, amotinose en la plaza la parcialidad contraria a nuestro jaque, clamando que para eso no se sacaba el novillo, y el que no supiese torear la pagase, y que había sido una mala partida meterse entre dos que riñen a su salvo: que aquello de ayudar al capeador había sido una alevosía contra el toro; y aun es fama que alguno de los más leídos, que debía ser sobrino del cura, trató aquello de traición semejante a la de Beltrán Claquín, como le llama nuestro Mariana, cuando, volviendo lo de abajo arriba, dijo en Montiel: Ni quito ni pongo rey.

Capeábanle los mozos alegremente, y fue el caso que uno de ellos, más valentón que sus compatriotas, en vez de sortear al novillo, se dejó sortear por él; notable equivocación: enganchole el asta retorcida de la faja que en la cintura traía, y aún no se sabe cuáles hubieran sido las vicisitudes del jaque a no haber acudido en su auxilio dos primos suyos, movidos de aquel impulso natural que todos tenemos de amparar a los que andan enredados con animales cornudos.

Claro está que aquel jaque fiero, que espada en mano se arroja sobre su adversario, va a partirle el corazón de una buena estocada. ¡Qué bien amanecía en aquel Daubigny! ¡Con qué naturalidad pastaban aquellos carneros de Jacque, tasados en mil francos cada uno! doce tenía el cuadro . ¡Qué piececitos tan blancos mojaba en el marmóreo tazón la sultana favorita, de Cala y Moya!

Aún en noviembre, cuando tenía ya en jaque a todas las ratas de la casa, su gran encanto eran los saurios. Los peones que por a o b llegaban a la siesta, admiraron siempre la obstinación del perro, resoplando en cuevitas bajo un sol de fuego, si bien la admiración de aquellos no pasaba del cuadro de caza.

Indudablemente era Pimentó el autor de la agresión, el que impedía que los campos fuesen cultivados, y la Guardia civil prendió al jaque de la huerta, llevándolo á la cárcel. Pero cuando llegó el momento de las declaraciones, todo el distrito desfiló ante el juez afirmando la inocencia de Pimentó, sin que á aquellos rústicos socarrones se les pudiera arrancar una palabra contradictoria.

, esas tres piezas el alfil, el peón y el caballo, habían dado jaque mate al blandón o sea, al Rey! Después de algún tiempo, pude dominarme, y con mano trémula repuse en sus sitios los diferentes objetos, para que nadie, más que yo, se diera cuenta del suceso.

Mientras no se pierden más que alfiles, peones, caballos, torres, o la dama, la partida, con todos sus accidentes, tropiezos, errores tácticos y estratégicos, no está aún perdida. Pero, cuando se pierde el rey, cuando sufre jaque-mate, todo se acabó de una manera irremediable y definitiva. Después del mate al rey, sigue en importancia desastrosa el jaque a la reina.

Desde el día que le ha visto usted salir de Trembles, con una letra llegada de París en el bolsillo, como un soldado con su itinerario en la mano, sus esperanzas habían recibido más de un jaque, pero ello no había disminuido su fe robusta ni le había hecho dudar, por un minuto tan sólo, que el éxito, si no la gloria, estaban en París al fin del camino que él emprendía.

El adversario no ha penetrado la intencion, no acude al peligro, juega, y el distraido que perdia tiempo y piezas, ataca por el flanco descubierto, y con maligna sonrisa dice: «jaque mateTiene razon, gritan todos, y ¿cómo no lo habiamos visto? y una cosa tan sencilla!.... pues es claro, perdió el tiempo para enfilar por aquel lado, abandonó una pieza para abrirse paso; acudió allí, no para defenderse sino para cerrar aquella salida; parece imposible que no lo hubiéramos advertido