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Para erguirse más arriba, hacinaron los viejos titanes monte sobre monte que les sirviera de pedestal, pero la gran cumbre nevada los dominaba siempre y los rodeaba con nubes sombrías de donde brotaban los rayos.

Así marchamos un cuarto de hora, conmovidos ya por un ruido profundo, solemne, imponente, que suena a la distancia. Es un himno grave y monótono, algo como el coro de titanes impotentes al pie de la roca de Prometeo, levantando sus cantos de dolor para consolar el alma del vencido... ¡Preparad el alma, amigo!

Y en tanto Foja, Mourelo, don Custodio, Guimarán, El Alerta y, entre bastidores, don Álvaro y Visitación Olías de Cuervo, trabajaban como titanes por derrumbar aquella montaña que tenían encima; el poder del Magistral.

¡Oh laguna que encarnas las grandezas de Lipa, pueblo de ardientes niñas y buen vino de nipa cuando cruzo tus aguas mi dolor se disipa y hasta siento que el pueblo de Rizal se emancipa! Moran en tus entrañas la ira de cien volcanes, moluscos, peces raros, gigantescos caimanes, y acaso el polvo inerte de bravos Solimanes que en desiguales luchas cayeron cual titanes.

Vuestros padres, titanes todos fueron, Que desplegando al viento sus banderas Contra un poder gigante combatieron, Y encima de las altas cordilleras Lanzaron sobre el leon de las Españas Del pueblo irresistible las montañas.

Al oriente cerraban los Alpes el horizonte con su corona inmensa de blanquísimas nubes, levantándose desde la llanura en escalones sucesivos y en perspectiva, para terminar como titanes de nieve con sus cabezas brillantes hundidas en el éter, distinguiéndose entre ellas, muy lejana, la mole grandiosa del Monte-Blanco, ese rey de los Alpes que tiene por cortesanos á todos los reyes y los viajeros de Europa.

En 1881, a propósito de la traducción italiana de este libro, Sarmiento escribía: «No vaya el historiador en busca de la verdad gráfica a herir en las carnes del Facundo, que está vivo; ¡no lo toquéis!; así como así, con todos sus defectos, con todas sus imperfecciones, lo amaron sus contemporáneos, lo agasajaron todas las literaturas extranjeras, desveló a todos los que lo leían por la primera vez, y la Pampa Argentina es tan poética hoy en la tierra como las montañas de la Escocia diseñadas por Walter Scott, para solaz de las inteligencias . Y luego los ricos no despojen al pobre quitándole la venda de los ojos a los que lo traducen, cuarenta años justos después de haber servido de piedra para arrojarla ante el carro triunfal de un tirano, ¡y cosa rara!, el tirano cayó abrumado por la opinión del mundo civilizado, formada por ese libro extraño, sin pies ni cabeza, informe, verdadero fragmento de peñasco que se lanzaron a la cabeza los titanes...» . Exageraba el autor, sin duda alguna, en ese fragmento, la importancia «cívica» de su obra, atribuyendo a sólo ese libro lo que fué penoso esfuerzo de toda una generación; pero nadie podrá negar que tal fragmento define, con maravilloso acierto de autocrítica, la verdadera condición «literaria» del glorioso panfleto .

Más te dijera, Andrés, en el particular, si más voluntad tuviese yo de meterme en mayores honduras; empero sólo me limitaré a decirte, para concluir, que no sabemos lo que tenemos con nuestra feliz ignorancia, porque el vano deseo de saber induce a los hombres a la soberbia, que es uno de los siete pecados mortales, por el plano resbaladizo de nuestro amor propio: de este feo pecado nació, como sabes, en otros tiempos, la ruina de Babel, con el castigo de los hombres y la confusión de lenguas, y la caída asimismo de aquellos fieros titanes, gigantazos descomunales, que por igual soberbia escalaron también el cielo; sea esto dicho para confundir la historia sagrada con la profana, que es otra ventaja de que gozamos los ignorantes, de que todo lo hacemos igual.

El Olimpo era la ciudadela elegida por los nuevos dioses, y en derredor habían acampado las divinidades antiguas, los titanes monstruosos hijos del Cáos. De pie en los montes Othrys, que se desenvuelven al Sur en vasto semicírculo, los gigantes agarraban enormes rocas, montañas enteras y las arrojaban contra el Olimpo medio desarraigado.

A poca distancia de la via cerca de Tarascon, subsiste aún en Saint-Esprit un famosísimo puente monumental echado por los Romanos sobre el Ródano, que despierta la admiracion hácia las obras admirables de esa raza de titanes, y que ninguno ha logrado imitar con perfeccion de grandeza y duracion.