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No era pintura, ni el color de la salud, ni pregonero del alcohol; era el rojo que brota en las mejillas al calor de palabras de amor o de vergüenza que se pronuncian cerca de ellas, palabras que parecen imanes que atraen el hierro de la sangre. Esta especie de congestión también la causa el orgasmo de pensamientos del mismo estilo.

No tenia aun ni bellos minaretes ni soberbios patios; no ostentaba aun en su interior esa magnífica capilla de Villaviciosa donde es fama que se reunian los imanes para interpretar las leyes del Profeta ; no deslumbraba ni imponia aun al fervoroso musulman con los mármoles, los mosáicos, los colores, la rica y caprichosa pedrería del santuario.

Además de toda la nobleza de su casa y parentela, y de los príncipes de la sangre que cabalgaban en soberbios caballos, apelados por cuadrillas y ostentando las galas y preseas más ricas, iban los ulemas, los imanes, los wazires y cadíes, cada cual en el lugar que le correspondía.

Almanzor, hadjib de Hescham II, se propuso llenar este vacío. Mandó que se construyeran otras ocho naves: dispuso que junto á la mayor, á corta distancia del Mihrab se levantase una capilla en que pudiesen reunirse los imanes.

¡Libertad, comodidades, buena ropa, baño, casa, lujo, dinero!... Así como a D. José le entraba el mareo con lo que el lector sabe, a Isidora le atacaba el mismo mal con sólo la probabilidad de hacer efectivas las ideas expresadas por aquellos mágicos vocablos. Cada ser tiene sus imanes. ¡Oh pena de las penas!