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Sale el RIO DUERO con otros muchachos vestidos de rio como él, que son tres riachuelos que entran en DUERO. Madre y querida España, rato havia Que hirieron mis oidos tus querellas, Y si en salir acá me detenia Fue por no poder dar remedio á ellas. El fatal, miserable, y triste dia Segun el disponer de las estrellas Se llega de Numancia, y cierto temo Que no hay dar medio á su dolor extremo.

¿Y esa chica que ha venido a preguntarme si quería cenar, quién es? Ah, Maximina, ¡pobrecilla! Es mi sobrina; hija de un hermano de Valentín, mi marido. No conoció a su madre; su padre era el capitán del Duero, un vapor que V. habrá visto acaso. Ese vapor, yendo hace tres años para Manila, embarrancó.

En el capítulo El Politiqueo aparecen los Padres como facciosos, excitadores á guerra civil y tan partidarios de D. Carlos, que cantaban el Te Deum cuando ocurría algún suceso funesto para las armas de España, v. gr.: la muerte del caballeroso y heróico marqués del Duero.

Capítulo X. Los Obispos de Teruel. D. Francisco Perez Prado y Cuesta, natural de Aranda de Duero en el Reino de Leon, fue inquisidor de Córdoba y Sevilla, el Rey Felipe V le nombró en 1732, Obispo de Teruel, de cuyo cargo tomó posesión en 7 de Noviembre del mismo año.

Tus razones alivio han dado en parte, Famoso Duero, á las pasiones mias, Solo porque imagino que no hay parte De engaño alguno en estas profecias. Bien puedes de eso, España, asegurarte, Puesto que tarden tan dichosos dias, Y á Dios, porque me esperan ya mis Ninfas. ESPA

Crece a los ojos del país la gran figura militar del marqués del Duero. Mariano Rufete, que ha vuelto al lado de su hermana, parece inclinado a mejorar su conducta. Ha aprendido algunas cosas; en modales y lenguaje sus adelantos son imperceptibles. Lee bastante; pero sus lecturas no son de lo más escogido.

El Sorsogon, que obedece las riendas de su timón con una precisión matemática, dobla el malecón del Sur plegando su bandera de saludos, con la que ha dado un cariñoso adiós al Marqués del Duero, una de las más hermosas naves de la Marina española.

Y pues sola la parte por do corre Y toca á la ciudad el ancho Duero, Es aquella que ayuda y que socorre En algo al Numantino prisionero, Antes que alguna maquina ó gran torre En sus aguas se funde, rogar quiero Al caudaloso conocido rio, En lo que puede ayude el pueblo mio.

Tales son las figuras alegóricas, no obstante la habilidad con que Cervantes las introduce, aunque bueno es advertir que casi siempre son aquí más oportunas que en su Trato de Argel, y que la escena en que Hispania y el río Duero profetizan la suerte que aguarda á la patria, no carece de efecto; la fatigosa extensión del primer acto y las escenas amorosas de dos jóvenes numantinos, á pesar de su innegable belleza, no se ajustan bien al tono dominante en el drama.

Las victorias sucesivas de Ordoño I, Alfonso el Magno y Ordoño II, dilataron los dominios de esta monarquía, que entonces se llamó de León, hasta la bahía de Vizcaya, el Duero portugués y los montes de Guadarrama.