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Actualizado: 8 de julio de 2025
¡Ah! exclamó, sonriendo, dejando ver toda la hermosura de sus hoyueladas mejillas. Es algo que a usted se refiere. ¿A mí? Sí. ¿Quién fué? Un pajarito. ¿Un pajarito? Sí. ¿De qué color? ¿Azul, como el de los cuentos? Angelina no me contestó, y como si creyera que había dicho algo inconveniente siguió hablando de otra cosa: ¡de la obra que tenían empezada, de no sé qué!...
Dejando muy luego el pueblecillo de Santiago, y atravesando bosques inmensos y el rio de Tucabaca, destinado probablemente á suministrar ricas minas de oro, llegué á Santo-Corazon, que es el punto mas oriental de los lugares habitados de la república. Santo-Corazon era efectivamente por aquella parte el extremo del mundo, pues que nadie podia entónces pasar mas adelante.
No me importa le contestó Maxi, dejando el sombrero en la percha . Lo merezco, como lo merece toda persona que se enfada porque no le han limpiado las botas. ¡Qué humanidad tan imbécil! Amigo Segismundo, ¡qué hermosa es la muerte!
La gente comenzó a desfilar por delante de Leopoldina y la Albornoz, que, dejando estornudar a Fernandito y sin perder de vista su negocio, saludaban a diestro y siniestro a los innumerables conocidos que iban pasando. De pronto, Leopoldina tiró suavemente del vestido a Currita, diciéndole muy bajo: Mírala... ¡Esa es!...
Colgábale la nariz encarnada y algo granujienta, hundíansele las mejillas, dejando salir los pómulos; arqueábasele ya el abdomen, y todo anunciaba en él esa caricatura de la juventud en que consiste la vejez de muchos.
Tranquilícese, sólo volveré cuando me necesite... cuando me llame... Adiós, Judit... adiós, hija mía. Y salió acto seguido, dejando a la pobre joven confusa y presa de una emoción que ella no conocía y que en vano hubiera intentado explicarse.
La ciega obediencia y estado deplorable de estos asuntos no me dieron otro arbitrio, que manifestar el modo y forma de su reduccion, dejando campo para que tan corta raiz fomentase, y produjese las grandes esperanzas que anteriormente tengo expresadas; pues de haber manifestado yo, que en aquel estado no podia subsistir, preparaba el huracan á su entera ruina.
Desde muchacho se empeñó en seguir la carrera de médico, dejando a su segundo hermano el cuidado y la gloria de continuar amontonando millones.
Albert murió el 55, dejando una gran fortuna, que heredó su hija casada con el sucesor de Muñoz, el de la inmemorial ferretería de la calle de Tintoreros. En el reinado de D. Baldomero II, las prácticas y procedimientos comerciales se apartaron muy poco de la rutina heredada.
Palabra del Dia
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