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La Comadreja la acompañó en la visita. Descendieron juntas al piso inferior, con propósito de aprovechar la ocasión y verlo todo. Si los pitillos eran el Paraíso y los cigarros comunes el Purgatorio, la analogía continuaba en los talleres bajos, que merecían el nombre de Infierno.

Mas quiso Dios, por premio de ésta su heroica caridad, darle el Purgatorio en esta vida, para que así fuese mayor su corona en la eterna bienaventuranza, cargándole de tantas y tan graves enfermedades que le inhabilitaron del todo á ejercitar del todo nuestros ministerios con los neófitos, único conorte en sus tribulaciones, de suerte que solía él decir que de este mundo no tenía sino labor y dolor.

Cuenta entonces que una generación completa de sus antepasados se consume en el Purgatorio, y, que después de celebrar consejo habían resuelto nombrar un alma, para que los representase en la tierra é inclinar en su favor á la rica viuda, con cuyos tesoros se pueden salvar únicamente. Sostiene que él es un alma del Purgatorio.

En cuanto al arte incomparable de que el poeta hace gala en la dramatización de esta leyenda, sólo hay una voz unánime. Su drama es de lo más perfecto de este género que se ha escrito hasta hoy. El purgatorio de San Patricio . Pertenece á las obras de la edad juvenil de Calderón, y, así en la prodigalidad de sus galas como en su estilo ostentoso, lleva las trazas de su precoz nacimiento.

O purgatorio en la vida, Infierno puesto en el mundo, Mal que no tiene sigundo, Estrecho do no hay salida, Cifra de quanto dolor Se reparte en los dolores, Daño, que entre los mayores Se ha de tener por mayor, Necesidad increible, Muerte creible y palpable, Trato misero intratable, Mal visible é invisible, Toque, que nuestra conciencia Descubre si es valerosa, Pobre vida trabajosa, Retrato de penitencia!

Por esto empezó á llorar amargamente por aquel ciego miserable, y tantas súplicas hizo á la beatísima Trinidad, y á la Reina del cielo y á las santas almas del purgatorio, que se le cumplió su deseo con modo bien singular, porque mientras él festejaba sus brutales deshonestidades, estando el cielo serenísimo, sin la menor señal de tempestad, estalló un terrible trueno en medio del aire, y tras él se despidió un rayo que vino á dar á sus piés; y el indio, ó por furia del rayo ó por el miedo que tenía, cayó en tierra como muerto.

La brumada dueña, que oyó conjurarse, por su temor coligió el de don Quijote, y con voz afligida y baja le respondió: -Señor don Quijote, si es que acaso vuestra merced es don Quijote, yo no soy fantasma, ni visión, ni alma de purgatorio, como vuestra merced debe de haber pensado, sino doña Rodríguez, la dueña de honor de mi señora la duquesa, que, con una necesidad de aquellas que vuestra merced suele remediar, a vuestra merced vengo.

¿Acaso no sabías eso, chiquilla? decía Pepa a su hermana . Pues mira que había un zagalillo que era un bendito y muy amigo de rezar: había también en el Purgatorio un alma más deseosa de ver a Dios que ninguna.

Porque yo imagino que en la pendencia de las berceras nos mataron, y que somos ánimas que estamos en el purgatorio; y así, es por demás decir que nos saque vuestro padre si alguno no nos reza en alguna cuenta de perdones, y nos saca de penas con alguna misa en altar privilegiado."

era el estribillo con que el sacristán de la parroquia de San Marcelo pedía limosna para las benditas ánimas del purgatorio, a lo cual contestaba siempre algún chusco completando la redondilla: que se queme en hora buena, que yo me voy a mi casa.