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Actualizado: 13 de julio de 2025


Yo no en qué diablos consiste; pero no parece sino que hay una ley estampada en la mente de todos los hombres, o una fibra de cierto temple inextinguible escondida en su naturaleza carnal, que les obliga a decir «cosas bonitas» a una mujer guapa siempre que están a solas con ella y aunque se trate de las ánimas del purgatorio.

En este caso se hallaba aquel día, en el estudio del colegio de Guichon, Alfonsito Téllez-Ponce, alias Tapón, piel del diablo, corazón de ángel, enredador como él solo, ídolo y tentación perpetua de sus compañeros, encanto y purgatorio eterno de sus maestros.

Estaba pasando un purgatorio y aquello era ya el colmo. «Los otros en el bosque... y el cielo cayendo a cántaros sobre ellos.... ¡A qué cosas no estaría obligando la galantería de don Álvaro en aquel momento!». Es preciso ir a buscarlos decía el gobernador. Hay que llevarles paraguas... Y el caso es que la Marquesa está sitiada por el chubasco allá abajo y no puede disponer....

Lo más razonable y verosímil es que esté en el purgatorio, y esto cree la generalidad de las gentes. Lo que se infiere de todo, ora esté el Comendador en el infierno, ora en el purgatorio, es que sus pecados debieron de ser enormes. Pues, mire V. replicó D. Juan Fresco, nada cuenta el vulgo de terminante y claro con relación al Comendador. Cuenta, , mil confusas patrañas.

Al día siguiente doña Juana llamó á su confesor, y le dió parte de que había tenido una revelación, que para salvar del purgatorio á su esposo, se la había mandado recluirse durante un año, de tal manera, que no la viese persona viviente; que había prometido hacerlo y que estaba resuelta á cumplir su promesa.

Y yendo más lejos aún, en esta suposición, que desechaba al punto por herética, y de la que nunca dejaba de retractarse, fantaseaba que, así como hay diablos en el infierno, también debía de haberlos en el purgatorio, para cuidar de las ánimas benditas y para atormentarlas, no por mero y cruel castigo, sino a fin de que quedasen limpias de toda mácula y capaces ya de perdurable vida.

Descúbrese entonces el caballero, que es un esqueleto, y le dice: ...¿No te conoces? Este es tu retrato propio. Yo soy Ludovico Eneo. El pecador se convierte en virtud de esta aparición; cae al suelo sin sentido, exclamando después: ¿Qué será satisfacción De mi vida? ¡El Purgatorio!

Luego recordaba la noble vida del médico de aldea, toda de valor y abnegación; recordaba su muerte, sobre todo su muerte, y se decía: ¡En el Paraíso; no puede estar sino en el Paraíso! El buen Dios quizá lo haya hecho pasar un momento por el purgatorio... por forma... pero ha debido sacarlo de allí al cabo de cinco minutos.

No, señorita, de ninguna manera... No puedo hacer eso... ¿Por qué, tonta? ¿No ves que es por mi bien? Si yo dejara de librarme de algunos días de purgatorio por no hacer lo que te pido, ¿no tendrías un remordimiento? Pero mi palomita del alma, ¿cómo quiere usted que yo la maltrate, aunque sea para su bien?

Ramiro cayó de rodillas, como si un dardo venido de lo alto le hubiese traspasado de pronto, y las avemarías manaron de su pecho bullidoras y cálidas. Sus ojos cerrados veían una pavorosa negrura sobre la cual desfilaban llameantes imágenes de purgatorio.

Palabra del Dia

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