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El día en que Gavilán dió la última mano al esqueleto fueron a su taller los religiosos y muchos personajes del país, mereciendo entusiasta y unánime aprobación el buen desempeño del trabajo. El artista alcanzaba un nuevo triunfo.

El sentimiento unánime daba razón, por fin, a Roberto Vérod, que contra todas las apariencias había insistido en creer en el delito, y conseguía, por último, vengar a su amada. Y mientras los curiosos esperaban más tranquilos el momento de ver la última escena del drama en los debates públicos, Vérod era, sin embargo, el único que continuaba en la angustia.

Cuando el imperio se puso á votacion en el Senado, el Senado en peso, todo el Senado entusiasta y unánime, le prestó su sufragio.

El grito de ¡abajo los jesuítas! era contestado por un rugido unánime de la masa. En las calles inmediatas al Arenal caían á pedradas los cristales. Algunos chicuelos subían por las fachadas con agilidad de monos para arrancar las colgaduras de la Virgen de Begoña, dejándolas caer sobre el gentío, que las hacía pedazos. Una noticia circuló como un relámpago por la gran masa detenida en el Arenal.

Si es menester que la nación, como nación, rinda culto á la verdad, que en su más alto punto es la religiosa, también es menester que rinda culto, colectivo y unánime, á la belleza, la cual, allá en lo sumo, es atributo divino.

Pero estas dolorosas alternativas cesaron por la tarde, y a la hora en que fue unánime la idea de que si no trasbordábamos pereceríamos todos en el buque, que ya tenía quince pies de agua en la bodega. Iriartea y Cisneros recibieron aquella noticia con calma y serenidad, demostrando que no hallaban gran diferencia entre morir en la casa propia o ser prisioneros en la extraña.

Si por ventura recae la conversación sobre la pasión de los gatos, de los perros, de los pájaros o de los cintajos amarillos, brota un grito unánime: Gustos de solterona... En fin, última y suprema ofensa, si se quiere calificar a alguna persona profundamente inútil a la sociedad, todos proclaman: Inútil como una solterona...

Villuendas se reía sin atajarle, gritando: «¡Adiós, mi dinero!, ¡eh!... ¡socorro!, ¡guardias...!». Chillido unánime de espanto y desolación llenó la casa. Ramoncita pensaba seriamente en que debía llamarse a la Guardia Civil. «Pillo, ven acá; eso no se hace» gritó Jacinta corriendo a sujetarle. Una cosa agradaba mucho a la joven. Juanín no obedecía a nadie más que a ella.

Existía y estaba, por libérrima y unánime voluntad, suya y de su padre, recoleta en las Carmelitas, adonde la habían conducido el desprecio del mundo exterior y aparente, en el cual ella tampoco creía, y el ansia de una absoluta y perfecta serenidad. Por algo Angustias era hija de Belarmino.

Aquí se canta, se baila, se reza, se siega la míes, se recoge y se patina. La operacion de patinar duró arriba de cinco ó seis minutos, y el público unánime aplaudió á toda orquesta. Es verdad que patinaron maravillosamente; pero mientras que corrieron patines, yo vi correr patines; pero no vi la ópera. En resumidas cuentas, la ópera fué acaso lo que menos aplaudió el auditorio.