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María vacila un instante; su agilidad repara tal peligro, afianzando los ramos de espadaña que al lado crecían, un instante más y era salva; pero un torbellino de aire que subía de aquellos senos obscuros, contrastando con tantos obstáculos, vuelve a inclinar el ligero cuerpo, y por esta vez todo auxilio fué en balde.

Media hora larga le costó al soñador su composición simbólica; mas fue premio de la inspiración y del esfuerzo un noble orgullo de artista satisfecho; sensación que se mezcló enseguida con un enternecimiento austero y en su austeridad voluptuoso, que le hizo inclinar la cabeza, apoyar la frente en las manos y meditar sollozando y con lágrimas en los ojos.

Las capas de aire que producen esos efectos están en continua revolución: lo que adquiere más ligereza sube á su vez y cambia el panorama; la más pequeña variación de temperatura hace descender, subir, inclinar el espejo; la imagen confúndese con el objeto, luego se separa de él, se disipa; otra imagen formada ocupa su puesto, y aparece otra detrás pálida, debilitada, que vuelve á ser derribada.

Bajaron estrecha escalera, cuyos últimos peldaños se hundían ya en la obscuridad de las galerías. La guardiana les precedía alumbrando con una lámpara de minero, aplastada y de hediondo tufo; Miranda llevaba otra, y un pilluelo que allí se apareció caído de las nubes, encargose de la última. Era la bóveda tan baja, que Miranda hubo de inclinar la cabeza, por no deshacerse la frente.

Pudo admirar las virtudes de aquella noble mujer que durante ocho años había tenido que pasar por puertas bajas sin inclinar la cabeza una sola vez. Por su parte, la duquesa reconoció en la señora de Villanera una de esas almas elegidas que el mundo no aprecia en lo que valen porque sólo juzga por las apariencias. La cama de Germana sirvió de lazo de unión a aquellas dos madres.

8 Y volviéndose a inclinar hacia abajo, escribía en tierra. 10 Y enderezándose Jesús, y no viendo a nadie más que a la mujer, le dijo: ¿Mujer, dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado? 11 Y ella dijo: Señor, ninguno. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. 13 Entonces los fariseos le dijeron: de ti mismo das testimonio; tu testimonio no es verdadero.

Pero ¡qué lástima! ¿Se marchará pronto? ¡Oh!, eso... según las circunstancias... si renuevan el abono, si recomponen el cuarteto... si se les ayuda.... ¡Vaya si se les ayudará! ¿Verdad, tío? El tío volvió a inclinar la cabeza. ¡La de planes que tenía dentro de ella! Los ojos le brillaban, fijos en el mantel, hablando con su fijeza de cien ideas que no explicaban, pero que revelaban como presentes.

En cambio, don León acogía con indulgencia y agrado los primeros vagidos de mi musa: escuchábalos atentamente y los proponía, como dignos de imitarse, a los discípulos. No pocas veces, leyéndole alguna composición, se sintió interesado vivamente hasta el punto de acercar más la silla, inclinar el cuerpo y exclamar con vehemencia: «¡Prosiga, querido, que me deleita

La muchedumbre rugía de entusiasmo; los aplausos sonaban como una granizada interminable. «La loca de la casa» había resucitado, haciendo otra vez de las suyas. Y el comandante, librándose del abrazo, acabó por inclinar su cabeza, rojo de vergüenza al pensar que aceptaba una mentira, pero agradeciendo al público aquella ovación, la primera de toda su existencia. Transcurrieron dos años.

Don Lope le replica que no se atreve á concebir estas esperanzas por la gravedad de los delitos, que ha cometido. Don Mendo intenta consolarlo, rogándole que le cuente su historia, prometiendo de nuevo hacer cuanto esté en su mano para inclinar al Rey al perdón.