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Por ausencia de Martinán estaba una noche Quino ayudando á Eladia en el despacho. Detrás del mostrador desatando los pellejos de vino y escanciando y cobrando semejaba ya el asociado afortunado del afortunado Martinán. La taberna estaba llena de paisanos y mineros.

Era una joven de tez morena y no desprovista de gracia. Adiós, Eladia, hija mía. Saluda á los amigos, mujer. No por qué te pones tan seria cuando está Quino delante. Adiós. Yo no me pongo seria manifestó la joven poniéndose no sólo seria sino encrespada. Si estás enojada porque haya salido hoy del pueblo, puedes tranquilizarte.

Comprendía que se hacía necesario abandonar aquella vida feliz de mariposa gentil, si no quería ser la burla y el desprecio de sus convecinos. Dos mujeres le amaban en aquel momento, Telva de Canzana y Eladia de Entralgo.

Los mozos avanzan hacia ellas y se los piden para besarlos. Telva y Eladia salían juntas. El bizarro Quino las ve y se encamina hacia ellas. Va á demandar á Telva su escapulario; pero con arranque caprichoso ó tal vez para mostrar su omnipotencia, lo pide á Eladia.

D.ª Robustiana, que había oído las últimas palabras de la chica, se presentó á la puerta de la casa. ¡Pero, hombre, que siempre te has de entretener en mortificar á cuantos cruzan por aquí!... No le hagas caso, Eladia, hija mía; cuanto más enfadada te vea, más gusto le has de dar. ¡Ya, ya!... Todo es que está muy holgado. Cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo espanta las moscas.

Alejóse Eladia murmurando. Quino había desaparecido. Poco á poco también fueron abandonando la plazoleta cuantos en ella había, pues la noche iba cerrando y la cena les esperaba. Al cabo Regalado se levantó y tomando la silla se introdujo con ella en casa y cerró la puerta. Por espacio de una hora todo quedó en silencio.

Cuando después de una de estas reyertas quedaba la pobre Eladia llorosa y con algún rasguño en las mejillas, solía tomarla su tío de la mano y conducirla á un rincón para emplear con ella las fuerzas dialécticas con que Dios le había dotado. Vamos á ver, niña, respóndeme. ¿Quién ha hecho á tu tía? Eladia le miraba estupefacta sin despegar los labios.

Allí lucía de nuevo su primor y gentileza Quino, el más prudente y astuto de los hijos de Laviana. Su pareja ya no era Telva, como la noche anterior, sino Eladia. Con este arte maligno de tira y afloja tenía á las dos zagalas rendidas, deshechas de amor. Pero en aquel instante más que de su pareja se cuidaba de mirar con recelo la actitud de los de Lorío.

Los ojos una vez posados sobre él, no querían apartarse. Pero ¿quién es su pareja? ¿Quién ha de ser? ¡Telva, Telva de Canzana, que orgullosa de su triunfo no le cae la sonrisa de la boca, mientras su afligida rival, la pobre Eladia, se mantiene oculta en el rincón más oscuro de la plazuela! En torno del baile se había agrupado mucha gente.

¿Tanto te disgusta que te quiera? respondió Eladia sonriendo tristemente. No me disgusta, pero hace demasiado calor. En vez de miel yo necesitaría ahora un poco de agua de limón. En efecto, el pobre Jacinto había buscado y había hallado á su adorada Flora, pero ésta le había huído como siempre. También Nolo había querido acercarse á Demetria.