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Actualizado: 23 de junio de 2025
Me parece como si hubiera vivido hasta ahora con una venda sobre los ojos sin saber que tenía cerca un pedazo de cielo, una palomita de oro, un talego de perlas que á patadas hubiera esparcido por el suelo. Y ahora que me ha caído la venda me bajo á recogerlas y las beso, ¿sabes?... Escucha: todo el mundo dice que soy orgulloso y quizá tengan razón; pero contigo no quiero serlo más.
Podía, pues, parafrasear y aplicarse el antiguo adagio madrileño: Todo el Tandil lo sabía, ¡Todo el Tandil, menos él! Ahora se comprendía la singular reserva de Coca en la primera visita que él hiciera en casa de Itualde; comprendía por qué no le hablara, por qué parecía huirle... ¡Pobrecita!... Iba a ser ella la mejor pieza de su cacería en el Tandil, ¡ella, la blanca palomita del monte!
Y si el primer día de conocer a Pérez, Coca, «la blanca palomita del monte», hizo a su vez un primero y amargo descubrimiento, el segundo día hizo un segundo y no menos amargo... Habiendo descubierto ya que no amaba a Vázquez como novio, descubrió que podía muy bien amar así a Pérez... ¡Y al tercer día descubrió que ya lo amaba!
Vamos, ven acá, cacho de cielo... Algo bueno nos había de tocar una vez siquiera á estos pobres que nos pasamos la vida dentro de la tierra como los topos comiendo y respirando carbón... ¿Tú no sabes, palomita, que estoy envenenado desde que te robé aquellos besos junto al río? ¿Tú no sabes que me he pasado muchas noches en vela pensando en ti? ¿No sabes que aquí dentro del pecho todo el gas que tenía se ha inflamado de pronto y estoy ardiendo en vida por ti?... ¡Ven acá, rosa temprana!... ¡ven, cerecita dulce!
No te digo que estoy muy tranquilo, majo. ¡Toma otra palomita! Y le dió otra bofetada. ¡Por Dios, don Benigno, sosiéguese usted! ¡Allá va otra palomita! Nueva bofetada. No pudiendo calmar con sus ruegos al enfurecido excusador, y sospechando que el bando de palomas iba a ser numeroso, el redactor en jefe del Faro gritó con todas sus fuerzas: ¡Socorro, que me matan!
Oye: recuerdo que la palomita te llamaba con exclamaciones muy tiernas, cuando medio muerta la conducíamos en la litera mi pasante y yo. ¡Ja, ja, ja! ¿Sabes de qué me río?
Palabra del Dia
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