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Arañó sus bolsillos para reunir las últimas briznas de tabaco; lió un pitillo, y despidiendo nubes de humo con la voluptuosidad del bienestar, contempló detrás de los cristales el paisaje nevado que tan honda tristeza le inspiraba horas antes. Feli apenas pudo comer: sentía repugnancia ante aquellos manjares.

Batiste aguantó el disparo con calma, como hombre acostumbrado á tales discusiones, y sonrió socarronamente: Bueno: pos por ser , rebajaré poco. ¿Quieres ventisinco? El gitano extendió sus brazos con teatral indignación, retrocedió algunos pasos, se arañó la gorra de pelo ó hizo toda clase de extremos grotescos para expresar su asombro.

El toro, que por el instinto natural de su fuerza y de su valor quiere ser provocado para embestir, bajó y alzó dos veces la cabeza con impaciencia, arañó la tierra y suscitó de ella nubes de polvo, como en señal de desafío. Stein no se movía. Entonces el animal dio un paso atrás, bajó la cabeza, y ya se preparaba a la embestida, cuando se sintió mordido en los corvejones.

Dime que no en seguida, o te araño. ¡Dónde iba yo a meterte!... Nada de teatro: queda prohibido. Escribirás en los periódicos, escribirás libros; y si alguna vez las señoronas te envían cartitas, entusiasmadas por esas cosas tan monas que sabes decir, ¡cuidado con hacer caso de ellas!... Mira que aún no me conoces; mira que yo, cuando le tengo ley a una persona, soy peor que una mosca.

Vamos, Cecilia, suelta; no seas mala. ¡Vaya un empeño! ¡Suelta , que me lastimas! ¿Quién eres para quitarme el papel de la mano? profirió con rabia, poniéndose esta vez seria de verdad. ¡Suelta, suelta, fea, narices de cotorra, tonta!... ¡Suelta, o te araño! añadió con los ojos centelleantes y la faz descompuesta por la cólera.

El Mosco y su ayudante preparaban el asalto en silencio, hablándose sin que sus palabras sonaran, moviéndose sin que sus pasos produjeran ruido. A Maltrana le parecían fantasmas... ¡Arriba! El Chispas apoyó un pie en las manos de su maestro, arañó la tapia, y en un instante se puso a horcajadas sobre ella. ¡Ahora, los perros!

Un biombo cubierto de figuras de oro formaba como una segunda habitación, más íntima, con el suelo alfombrado de pieles blancas de largos y sedosos pelajes, sobre las cuales se amontonaban docenas de almohadones de diversos colores, con reptiles alados y flores inverosímiles. Un olor exótico y penetrante arañó el olfato del invitado. Conocía este perfume. Y miró á la duquesa con severidad.

Este, con las mejillas enrojecidas y la nariz más encorvada que nunca, arañó los brazos de su sillón, mientras el buen Flimnap, avergonzado por el incidente, balbucía sus explicaciones. Le pregunto, gentleman, si después de haber escuchado lo que dije sobre los diversos períodos de nuestra literatura no cree usted que el poeta Momaren resulta el más eminente de todos en el género sentimental.

1020 Ansí la cosa liviana va mermada, por supuesto; luego se le entrega el resto al oficial de semana. Araña, ¿quien te arañó? Otra araña como yo. 1021 Este le pasa al sargento aquello tan reducido, y, como hombre prevenido, saca siempre con aumento. 1022 Esta relación no acabo si otra menudencia ensarto, el sargento llama al cabo para encargarle el reparto.

¡Señorita, por Dios!... No soy yo quien lo dice, sino todo el mundo... Ayer me decía doña Filomena que la edificaba verla a usted oír la misa y comulgar y que daría cualquier cosa porque sus hijas fuesen lo mismo... Y razón tiene para desearlo, porque una de ellas, la última, es de la piel del diablo... ¿Querrá usted creer, señorita, que el otro día arañó a su hermana en la iglesia, sobre si había de confesar una primero que otra?... ¡Bonito arrepentimiento! ¡Si da vergüenza, señorita, da vergüenza el ver cómo andan algunas por la iglesia! ¡Parece que están en su casa! ¡Ay, no se hacen cargo las pobrecitas de que están en la casa del Señor de los cielos y tierra que les ha de pedir cuenta de su pecado!... ¿No le ha enseñado doña Filomena el rosario que le mandó su hermano de la Habana? ¡Es una maravilla!