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Me han contado que los millones están en cajas de acero forradas de madera y con precintos, de lo más monas: quince kilos cada una; ochenta mil libras apiladitas en el interior... Diga, Fernando, ¿no le tienta a usted esta vecindad? ¿No le conmueve?... Ojeda hizo un movimiento de hombros, como para indicar la inutilidad de una respuesta.

Muy desconsolado entró el inglés, diciendo que no encontraba moñas ni aun ofreciendo por ellas un ojo de la cara. «Mira, chico le dijo su amo , no te apures.

Las riquezas os dexo en esperanza, Pero no en posesion, premio seguro Que al reyno aspira de la inmensa holganza. Por la belleza deste monte os juro, Que quisiera al mas minimo entregalle Un privilegio de cien mil de juro. Mas no produce minas este valle, Aguas , salutiferas y buenas, Y monas que de cisnes tienen talle.

No sabía cuáles eran, pero le atraía su despacho, con todo aquel decorado de arrogantes retratos, moñas arrancadas a los toros y carteles que pregonaban su fama.

Puesto que no se encuentran moñas, llevaremos otra cosa. ¿Has visto por ahí, en el Prado y Recoletos, a un tío muy feo que lleva una cesta y en ella, puestos en cañas, formando como un gran árbol, multitud de molinillos de papel dorado y plateado y de todos los colores...? ¿sabes?, ¿molinillos que dan vueltas con el viento, y que los niños compran por dos o tres peniques?

Sobre la pulidez y el aseo del peinado, y como matorral a pie de enhiesta torre, relucían, junto a las peinetas de carey, las moñas de jazmines, la albahaca y otras hierbas de olor, y las rosas y los claveles rojos, amarillos, blancos y disciplinados.

Si hablaba así, no era por ella, sino por las niñas, dos hijas suyas, muy monas, por cierto. Las niñas estaban comenzando su carrera teatral, y apenas si ponían en la compañía algo más que sus caras bonitas; pero la madre, entre bastidores, ponía el énfasis. ¡Pobrecitas! decía la buena señora . Hay una que habla algo; pero la otra no dice ni una palabra.

Aquí ha comenzado mi sorpresa. No se invita a nadie, que yo sepa, a las siete de la mañana para una presunta conversación en la noche, sin un motivo serio. ¿Qué me puede querer Funes? Mi amistad con él es bastante vaga, y en cuanto a su casa, he estado allí una sola vez. Por cierto que tiene dos hermanas bastante monas. Así, pues, he quedado intrigado. Esto en cuanto a Funes.

Con esto cobraba crédito inefable, y andábanse todos tras él. Otras veces, como era tan discreto, respondía de manera que las respuestas venían bien con las preguntas; y, como nadie le apuraba ni apretaba a que dijese cómo adevinaba su mono, a todos hacía monas, y llenaba sus esqueros.

Ella veía a quien no la veía. «¡Cierra los ojos, Hermanita, no veas a lo que no debes ver!». Y cuando Juan salió, las persianas se entornaron, como unos ojos que se cierran. ¡Al campo, al campo! Cuatro mulas tiran del carruaje, con collares de plata y cencerro, porque Ana vaya alegre: y las mulas llevan atadas en el anca izquierda unas grandes moñas rojas, que lucen bien sobre su piel negra.