United States or Ethiopia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Puestos de buñoleras, burras de leche, traperos, cocineras, albañiles con blusa y tartera, el carro de la basura con un barrendero encima que parece un cónsul romano preparándose para entrar en triunfo, alguna pareja de estudiante y modista... ¡quién fuera él!... y yo aquí hecho un imbécil esperando a una niñera..., ni más ni menos que un soldado... Esa es la estatua de Felipe III o Felipe IV, no estoy seguro... igual da. ¡Aquella que era buena época!

Hace un rato ha bajado con las amigas al Caño Dorado... Allá está: desde aquí puede verla. Y mostraba a Isidro un grupo de vivos colorines que corría entre la arboleda del cerro de los Pinos. El joven descendió la cuesta. Más allá de las últimas casas de los traperos, contrastando con la sórdida miseria del barrio, comenzaba el bosquecillo del Caño Dorado.

El que se propone estudiar en Paris tiene mas medios que en parte alguna del mundo, y por teatros de observacion provechosa y útil, tiene, ademas de sus bibliotecas, periódicos, teatros y academias, tiene, decimos, el boulevard, libro de mil capítulos de profunda enseñanza, tiene los barrios de los obreros, los de la aristocracia, los del comercio, los de los desgraciados, el curiosísimo de los traperos: las estadísticas, el alta y baja de la bolsa, las oscilaciones de la política europea, el vuelo de los periódicos, el tumultuoso estruendo de sus orquestas y bullentes placeres: la tremenda soledad de la desgracia y la miseria, las grandes fortunas pasando al lado de las heróicas y sufridas desgracias, el volcánico y abrasador placer que bulle agitado por todas partes y que grita sin tregua para que no se oiga la desentonada voz de la desgracia: los contrastes mas tremendos, las ruinas y las miserias, la gloria y el dinero: la calma mas perfecta, siempre pronta á convertirse en furiosa tempestad, el oscuro porvenir y el incierto presente: la creencia y la fe al lado del escepticismo y la burla: lo grande mezclado con lo pequeño, todos los contrastes, enfin, todos.

Cuando el sobrino quisiera encontrarle, ya sabía dónde: siempre en su «farmacia». Le tenía ley al Rastro y sus alrededores, y eso que el barrio, con todo su comercio, era igual a aquellas casuchas de Tetuán de donde procedía la familia. Traperos todos: unos de burro y carro, otros con casa abierta, pero viviendo por igual de los desperdicios de la villa.

Eran los vehículos de los traperos, unas cajas descubiertas de las que tiraban pequeños borricos. Los dueños iban tendidos en el fondo, continuando su sueño, con la tranquilidad que les daba el estar a aquellas horas la calle de Bravo Murillo libre de tranvías.

Preguntó a los traperos y le contestaron que no la conocían. Fue al Ayuntamiento y sólo constaban allí el nombre y el número de Amparo como trapera. Amparo empezó a hacérseme una dificultad: indudablemente a fin de mes, la señora Adela vendría en busca de su asignación; pero yo no quería esperar aquel plazo. Habían pasado quince días desde mi aventura. Era por la mañana y Mauricio entró alegre.

Las paletas, envueltas en un mantón, con el pañuelo fuertemente anudado a las sienes, volvían a cargar sus mercancías en los serones, y apoyando el barroso zapato en la báscula, saltaban ágiles sobre su asno, azuzándolo al trote hacia Madrid, para vender sus huevos y verduras en las calles inmediatas a los mercados. La invasión de los traperos hacíase más densa al avanzar el día.

Tenía ésta dos hermanos, antiguos traperos de Bellasvistas, que habían acabado por establecerse en el Rastro. Uno colocaba su puesto en la Ribera de Curtidores, dedicándose a la especialidad de armas y viejos instrumentos de música, que arreglaba con maestría extraordinaria. Otro era el grande hombre de la familia; todos hablaban de él con respeto, a causa de su riqueza.

Según: me contestó: diez cuartos, doce, dos reales. Antes se ganaba más; pero ahora... hay muchos traperos y pocos trapos. ¿Y no tienes más oficio que éste? No señor. ¿Y con diez cuartos te mantienes? Como pan unos días, y otros pan y queso. Además, la señora Adela gana otro tanto. ¡La señora Adela!

Ella también deseaba la nueva vida: estar siempre junto a Isidro, no volver a aquel barrio de traperos, que le parecía ahora más sucio, más triste. Maltrana discutió con Feli largamente los detalles de su instalación. Hay que ser prácticos decía ; hay que ser burgueses... Y Feli contestaba, con no menos seriedad: Ya verás hacer economías y vivir bien.