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Dos siglos antes, la muchedumbre habría venerado al señor Vicente; los reyes le habrían visitado en su tugurio; las gentes piadosas, en la hora de su muerte, habrían caído sobre su cadáver, arrancándole los pelos y pedazos de su hábito como santas reliquias, y tal vez a aquellas horas figuraría en los altares, trocadas las sucias vestimentas en mantos de oro.

En tanto, la madre pensaba en él, arrancándole su recuerdo las horribles lágrimas de la incertidumbre, pues no sabía dónde estaba, ni si era vivo o muerto. Al fin lo averiguó; hizo que le escribieran, y aunque de tarde en tarde supieron uno de otro: ella le enviaba besos; él le mandó por un arriero un gran pañuelo de algodón de colores, valor de un día de jornal.

Luego, los reyes normandos, precursores de Federico II el padre de doña Constanza, la emperatriz amada por Ferragut , explotaban la ciudad desierta y entera, arrancándole columnas y esculturas. Todas las construcciones medioevales del reino de Nápoles tenían despojos de Pestum.

Yo no pierdo mi felicidad tan fácilmente... Y si te empeñas en irte, partiremos juntos. Leonora se irguió estremecida. Esperaba aquello; se lo decía el corazón. ¿Escapar juntos los dos? ¿aparecer ella como una aventurera que se lleva tras si a Rafael después de enloquecerle de amor arrancándole de los brazos de su madre? ¡Oh, no! muchas gracias.

Sobresaltado con tales ideas, abrió corriendo la carta y leyó lo que sigue: «Querido Paco: Aunque me tienes enojada porque llamas a Braulio con tanto misterio, arrancándole del lado mío, todo te lo perdonaré si me le despachas pronto y le dejas libre para que se vuelva con su mujercita, que no vive a gusto sin él.

Ni corto ni perezoso, Felipe fue el primero en tirarse a fondo con intrépida torpeza, que Amaury aprovechó para darle un bote y desarmarle, arrancándole de la mano el arma, que fue a parar buen trecho lejos de su dueño. Le hacía a usted algo más diestro, Felipe dijo Amaury con tono irónico, no exento de amargura, porque en el fondo le repugnaba aquella superioridad que no deseaba.

Reparó el capellán que estas palabras suyas produjeron singular efecto en el marqués. Se contrajo su fisonomía: sus cejas se fruncieron, y arrancándole a Julián el chiquillo, con brusco movimiento le sentó en sus rodillas, palpándole las manos, a ver si las tenía mordidas o lastimadas. Seguro ya de que sólo el chaquetón había padecido, soltó la risa.

Pero en el tercer encuentro la lanza del barón se clavó entre las barras de la celada del contrario, arrancándole de golpe la visera, á tiempo que el de Bohemia, con singular mala suerte, desviaba su lanza y daba con ella fuerte golpe en el muslo de Morel, contra todas las reglas del torneo, que prohibían herir al contrario de la cintura abajo y declaraban vencido al que tal hiciera.

El pueblo, bajo cuya palabra no comprendemos las heces más bajas de la sociedad, á pesar de todo el empeño que se muestra en pervertirlo y confundirlo, conoce y siente siempre lo poético y lo sublime; ni están tan embotadas sus facultades, que no pueda despertar de su letargo aspirando el perfume embriagador y poderoso de la flor más brillante de la poesía; no se han atrofiado ya hasta tal punto las fibras de su corazón, que resonaban antes armoniosamente, cuando un poeta verdadero pulsa esa lira profanada, arrancándole sonidos más enérgicos y melodiosos; su alma se conmueve todavía ante el espectáculo de lo noble y lo grandioso, en los tiempos pasados y presentes; no se ha extinguido en él tampoco el don de disfrutar de los cuadros seductores y aéreos, creados por la fantasía, ni sus ojos dejan de derramar lágrimas al contemplar la lucha gigantesca del héroe glorioso, defendiéndose hasta el fin del destino inexorable, ni sus labios, en fin, niegan la sonrisa á los chistes, si están inspirados por la delicadeza y por la gracia ática.

Lo que pasa entre los peces pasa entre los hombres; sólo que nosotros no abrimos la boca y nos tragamos la víctima de golpe, lo cual, después de todo, es una ventaja para ella, sino que la vamos devorando a pequeños mordiscos, arrancándole la carne hasta dejarla en esqueleto... ¿No me ve usted a ? añadió con sonrisa feroz apuntando a su rostro. El pez que me ha comido lo entendía.