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Algunas de tus frases, como: «¿tiene vuestra espada puntase consagraron como el Di quella pira y el la donna e mobile de Verdi. No había entonces realismo; mister Pickwick no había atravesado el Atlántico; estaba en Bath presidiendo su club; Nana era un microbio; Artagnan era catedrático de historia; los Girondinos enseñaban la política.

El Trovador was given operatic form by the great Italian composer Giuseppi Verdi, and under its Italian title, Il Trovatore, is well known throughout the world.

El gran tenor y sus triunfos figuraban en todas las conversaciones, y al fin, el pobre muchacho cayó en la tentación, no de oír el Otello de Verdi, sino de ver el bicho raro que abriendo la boca se tragaba cinco mil francos de una sentada.

Rafael contemplaba como un bobo la firma del viejo Verdi y la de Boito; venían después los jóvenes maestros de la nueva escuela italiana, ruidosa y triunfante, con el estrépito de la belleza puesta al alcance del vulgo; los franceses Massenet y Saint Saëns saludaban a la feliz intérprete del primero de los músicos; los grandes libretistas italianos dedicaban a la artista versos que deletreaba Rafael, percibiendo su suave perfume, a pesar de que apenas conocía el idioma; había un soneto de Illica que le hacía llorar; y luego venían los ininteligibles para él, unos cuantos renglones de Hans Keller, el gran director de orquesta, el discípulo y confidente de Wagner, su testamentario artístico, encargado de velar por la gloria del maestro, aquel Hans Keller de que hablaba Leonora a cada instante, con cariño de mujer y admiración de artista, sin perjuicio de añadir a continuación que era un bárbaro.

»El conde me ha dejado ir solo al teatro; y no obstante, ya sabe usted si es apasionado de Verdi. ¿No fue en una representación del Hernani cuando su mirada se encontró por primera vez con la de usted? Pero el pobre muchacho se inmola materialmente a su deber. ¡Qué marido, señora, para aquella que sea su esposa definitiva!

Aquí se reunia la Convención: Luis XVI pasó por esta calle al dirigirse á la guillotina: desde aquí alcanzo la plaza de la Bastilla, donde el pueblo desplegó su omnipotencia; esta casa que sale á nuestro paso cobijó á Mirabeau, palanca poderosa de la revolucion que trabajó en pro de sus triunfos mas de lo que él suponia; aquí vivió Marat; Camille Desmoulins soñó tiernas escenas de amor al lado de su amada Lucila en el cuarto que estamos visitando; en este palacio de la plaza de la Greve, se reunia el tribunal que presidió Robespierre; aquí la morada de Danton; miremos en nuestro derredor al pueblo que nos cerca, es el mismo que con el pendon de la libertad por guia ha paseado la Europa; estos que nos rodean son los del año 30, los de las jornadas del 48; aquí se resuelven hoy todas las cuestiones de Europa; Paris es en nuestros dias la capital del mundo; aquí vive el secreto del porvenir: Voltaire vivió en la casa que ahora contemplamos; mirad esa modesta vivienda que cobijó á Rousseau; el arte habita hoy esta metrópoli; Rossini y Meyerbeer, Verdi y Auber, los poetas y los filósofos, los artistas y los políticos, toda la aristocracia europea del talento, pasa á nuestro lado; los monumentos nos cercan, la actividad nos aturde.

¡Cállese usted! ¡No sea usted estúpido, hombre! ¡Chis, chiis, chiis! Al fin callaron todos y pudo oírse la fogosa melodía de Verdi, interpretada con singular delicadeza. La voz femenina que salía por los entreabiertos balcones rasgaba la atmósfera acuosa del exterior vibrando con fuerza por el ámbito de la plaza y yendo a perderse en las encrucijadas de la villa.

Por esto sucede que no me gusta oir en una iglesia la música de Donizzeti, ni de Bellini, ni de Verdi.

De repente salió del puente gigantesco del vapor Paraná una armonía profunda que hizo vibrar las brisas de la noche. Ese vapor tenia su banda de orquesta y su primera sonata me estremeció de placer, porque me trajo mil recuerdos de la patria: era el Trovador, esa tempestad de vigorosas armonías de Verdi, el artista de las óperas románticas, el compositor de los conciertos ruidosos y ardientes.

Es usted impresionable y sentimental, como buen francés... ¿Qué tiene de común la música de Verdi con esas impresiones pasadas? Se lo explicaré á usted, si así lo desea... No tengo tiempo, y es lástima. Pues bien, amiga mía, dijo Pector; ¿quiere usted cenar con nosotros esta noche, después de la ópera? Lo agradezco mucho, pero estoy muy cansada y necesito cuidarme la voz.