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De aquí que muchos, con reprensible ligereza, hayan creído salir del paso negando que tal cuestión exista, y que realismo e idealismo sean escuelas verdaderamente antitéticas, puesto que todo productor de obras vivideras toma del natural sus elementos.

Algunas de tus frases, como: «¿tiene vuestra espada puntase consagraron como el Di quella pira y el la donna e mobile de Verdi. No había entonces realismo; mister Pickwick no había atravesado el Atlántico; estaba en Bath presidiendo su club; Nana era un microbio; Artagnan era catedrático de historia; los Girondinos enseñaban la política.

Es siciliano, como Verga, el autor de Cavalleria rusticana, con el cual su talento literario presenta algún parecido. Como Verga, también es un realista, de un realismo que ostenta el color luminoso de la isla nativa.

Entiéndase, pues, que la palabra realidad se toma aquí en su acepción vulgar de realidad del hecho. Luego veremos si en algún caso puede, aun dentro de la ortodoxia de la escuela, detenerse en los hechos el arte. Disputan algunos si hay o no verdadera diferencia entre los términos realismo y naturalismo.

Yo tengo en mis aficiones más de idealista que de realista; pero ¿cómo he de negar al realismo el derecho de vivir y desarrollarse? Es más: en cierto sentido amplio y generalísimo, soy realista, y todo idealista debe serlo, puesto que lo que él persigue no es otra cosa que la realidad realísima, la verdad ideal, en una palabra, que es la única verdad que se encuentra en este bajo mundo.

Tengo la presunción de creer, por lo tanto, que aunque Marta y María no sea una novela bella, es una novela realista. que el realismo actualmente llamado naturalismo tiene muchos adeptos inconscientes, quienes suponen que sólo existe la verdad en los hechos vulgares de la existencia y que sólo estos son los que deben ser traducidos al arte. Por fortuna no es así.

Cuando pasan de dicho grado, y tocan en lo trágico, son malas representaciones artísticas, porque son pasiones, defectos y dolores impurificables que no se hermosean. No producen ya lo cómico, ni menos lo patético, sino lo deforme y lo repugnante y asqueroso; realismo deplorable de que hoy padecen el drama y la novela.

Decía los versos de doña Inés con voz cristalina y trémula, y en los momentos de ceguera amorosa se dejaba llevar por la pasión cierta porque se trataba de su marido y llegaba a un realismo poético que ni Perales ni la mayor parte del público eran capaces de apreciar en lo mucho que valía.

Tu proeza ilumina ¡oh Sol preclaro! el siglo que tu mérito abrillanta. Eres genio del mundo, eterno faro; y encarnación de Dios es tu obra santa. Tu sátira donosa fué la fusta con que abatiste el vil positivismo. Retrata enteramente tu obra augusta a esa edad de prosáico realismo.

Aquél don Tadeo, amigo de su padre, que por pagar una deuda de gratitud se hizo primero cargo de la educación y luego del porvenir del chico, era honrado y bueno, pero fanático en opiniones políticas y creencias religiosas. Su exceso de fe y de realismo era sincero, e indiscutible su influencia y prestigio entre los partidarios de la legitimidad y la gente de iglesia en la región que habitaba.