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Y así era la verdad, que la hermosa indiana venía por entre las verdes frondosidades del jardín, y en paso lento, hacia el sombroso cenador donde los dos amantes se encontraban; y era el paso lento de doña Guiomar la vacilación de su alma, en la que tal tumulto habían levantado su amor y sus celos, su indignación contra Cervantes, su odio contra Margarita, y la obligación en que se encontraba, por su propio decoro, de vencer aquella tempestad que en su alma se revolvía, y aparecer ante los dos amantes tal y de igual manera que como estaba cuando se separó de ellos, que no sabía qué hacerse, y temía que en el semblante se le conociesen la turbación, y el despecho, y la ira, y los celos, y la venganza, y el infierno, en una palabra, que a su alma daban cruda guerra; porque Florela no había andado con rodeos, y todo lo que había visto y oído habíala contado en el momento en que se partió el familiar que a visitarla había ido.

Pasaba las horas en absoluta soledad, contemplando el revoloteo de los pájaros de colores en las frondosidades inmediatas, extrayendo melodías del monótono canturreo de las aguas, hablando tal vez con el pensamiento a las náyades de la Cascatinha, que le mostraban en su gracioso rebullir sus grupas de blanca espuma y aterciopelado iris. Toma, «menino», y márchate de aquí.

Bajo las frondosidades de esta selva minúscula y alentados por la seguridad de su guarida, crecían y se multiplicaban toda suerte de bichos asquerosos, derramándose en los campos vecinos: lagartos verdes de lomo rugoso, enormes escarabajos con caparazón de metálicos reflejos, arañas de patas cortas y vellosas, hasta culebras, que se deslizaban á las acequias inmediatas.

No era éste el único mosquito que zumbaba en torno de las señoritas de la Lage. A las primeras de cambio notó don Pedro que así por los tortuosos y lóbregos soportales de la Rúa del Villar, como por las frondosidades de la Alameda y la Herradura, les seguía y escoltaba un hombre joven, melenudo, enfundado en un gabán gris, de corte raro y antiguo.

Verá usted cosas maravillosas en aquellas frondosidades, que, según la credulidad de nuestros remotos abuelos, fueron habitadas por los primeros dioses. Encontrará árboles casi de su estatura y tal vez bestias de caza muy interesantes. Edwin aceptó la invitación con entusiasmo.

Caían anonadadas y temblorosas ante su ardor senil, en las frondosidades de los huertos, en los almacenes de naranja, o al anochecer, al borde de un camino, las vírgenes apenas salidas de la niñez, casi calvas, con el pelo untado de aceite, el pecho liso y los miembros enjutos, tristes, con una delgadez de muchacho, bajo las sucias faldas de la miseria.

Roncaron de nuevo los motores de los automóviles, el niño de la cascada abandonó su refugio con la esperanza ilusoria de que se fijasen en él y le diesen algo por despedida, y otra vez se vieron Maltrana y su séquito pasando a gran velocidad entre las frondosidades de Tijuca. Pero ahora no iban silenciosos y preocupados; el sol era más vivo, los árboles más verdes.

Raíces consistía en un lugar de veinte a treinta casas, diseminadas en las frondosidades de una península abandonada por el agua, en las marismas; cerca estaban las dunas, cuyos amarillos lomos de arena tenían figura semejante a los vericuetos que rodeaban a Raíces; pero estos, desde siglos y siglos, ostentaban el terciopelo de verde oscuro de sus musgos y su césped, y las flores de los prados, iguales a las que se encontraban tierra adentro, lejos de las brisas del mar.

Esta cualidad, fertilísima, omnímoda y preexcelente dentro del libro, se transforma en enemiga tenaz, á veces invencible, del novelista, cuando éste, sin verdadera vocación, y atraído sólo por las ganancias pingües que suele reportar el teatro á sus mantenedores, trata de encerrar las frondosidades de su fantasía dentro de los prietos moldes de la comedia.