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Llegan la musa TERPSÍCORE primeramente, y después las NINFAS, las NÁYADES y las ONDINAS bailando y esparciendo flores al son de las liras de APOLO y de ERATO y de la flauta de EUTERPE. Después de la danza todos se colocan á ambos lados del escenario.

Una concha de nácar era su carroza, y seis delfines tiraban de ella con jaeces de purpúreo coral. Los tritones, sus hijos, llevaban las riendas. Las náyades, sus hermanas, golpeaban el mar con las escamosas colas, irguiendo sus troncos de mujer envueltos en la magnificencia de una cabellera verde, entre cuyos bucles asomaban las copas de los senos con una gota temblona en el vértice.

La señora Grelou es detenida, al pasar, por cuatro náyades, entre los treinta y cinco y los cincuenta años, que toman el te. LA SE

Pasaba las horas en absoluta soledad, contemplando el revoloteo de los pájaros de colores en las frondosidades inmediatas, extrayendo melodías del monótono canturreo de las aguas, hablando tal vez con el pensamiento a las náyades de la Cascatinha, que le mostraban en su gracioso rebullir sus grupas de blanca espuma y aterciopelado iris. Toma, «menino», y márchate de aquí.

Los invita a bañarse haciéndoles pensar que no tiene media vara de fondo, y luego los estrangula miserablemente entre sus aguas verdes. No se hallarán dentro náyades de celestial hermosura quebrando al nadar con sus brazos de alabastro los frágiles cristales, ni saldrán de noche a jugar sobre su linfa las graciosas ondinas, de cabellera blonda.

Completaba la fascinación del globito de agua un bullido juguetón, en el cual cualquier poeta habría podido oír, con buena voluntad, las risotadas de los niños de las náyades. Mariano puso los codos en las rodillas, las quijadas en las palmas de las manos, y estuvo mirando el extraño surtidor... Dios sabe cuánto tiempo.

Ellas conocen la antigua corte musulmana y sus deleitables contornos, piedra por piedra, mata por mata, tradición por tradición..... ¡Y ellas, poseídas íntimamente de aquella nostalgia historial que más atrás analizamos, saben estar en cada punto, hablar y callar á tiempo, comentar la situación con el suspiro y la mirada, y parecen á todas horas, ya á la luz del crepúsculo, ya á la claridad de la luna, ya al tenue relucir de las estrellas, los genios de las ruinas, las dríadas de los bosques, las náyades de los ríos, las ninfas de los arroyos y las fuentes!

El y los suyos habían formado una leyenda en torno de esta cavidad de oro adornada con garras de león, delfines y bustos de náyades. Indudablemente procedía de reyes. Chichí afirmaba con gravedad que era el baño de María Antonieta.

El espectáculo comenzaba con un baile, en que tomaban parte las señoras más bellas. Bajo uno de los arcos se presentaba una carroza de cristal, en donde venía el río Tajo cercado de muchas ninfas y náyades. Un segundo carro traía al mes de Abril, y uncido á él venía el toro del Zodiaco.