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Cuando fuese casada cultivaría la tierra, como las otras: su blancura de flor se marchitaría, amarilleando; sus manos se tornarían negras y escamosas; acabaría siendo igual a su madre y a todas las payesas viejas, una hembra esqueleto, retorcida y nudosa, lo mismo que un tronco de olivo... Febrer entristecíase con estos pensamientos como ante una gran injusticia. ¿De dónde habría sacado este retoño el simple Pep, que estaba a su lado? ¿Por qué obscura combinación de raza había podido nacer Margalida en Can Mallorquí?... ¿Y habría de agostarse esta florescencia misteriosa y perfumada del tronco payés lo mismo que los otros brotes rudos que crecían junto a ella?...

Entonces, cual si hubiera caído en su pupila la gota de un filtro, don Alonso creía respirar el olor de la noche sobre las aguas, veía las escamosas estelas, las aturquesadas blancuras de los palacios, la lobreguez de los pequeños canales internados en el misterio.

Junto a la borda, otros hombres barbudos fumaban en largas pipas, y de vez en cuando sus manos rojas y escamosas se hundían bajo las sotanas forradas de pieles para agitar con fuertes rascuñones los harapos invisibles. Tenían que abrirse paso los marineros en esta muchedumbre compacta e inmóvil que bebía sol y aire fuera del encierro de los sollados.

Abajo, alpargatas rotas, siempre manchadas de barro; viejos pantalones de pana; manos escamosas, ásperas, conservando en las grietas de la piel la tierra de su huertecito, un cuadrado de hortalizas que tenía frente á la barraca, y muchas veces era lo único que llenaba su puchero.

La calcarea carbonica remedia la falta de elementos nutritivos de la piel, y devolviendo la vitalidad y los jugos nutritivos, cura las fisuras superficiales, secas, escamosas: difiere del licopodio, en que este cubre mejor los rágades profundos y callosos; del sílice, porque sus fisuras son sangrantes; del grafito, porque se dirige con principalidad á los rágades de las pequeñas articulaciones y de los mamelones; de la ignacia, de la sal marina, del fósforo, del zinc, porque sus fisuras ocupan con preferencia los labios, el ano, el prepucio.

Pasaban tan cerca, que éste tuvo que echar atrás su cabeza por dos veces, temiendo que le cortase la nariz una de aquellas alas escamosas con sus puntas agudas como cuchillos. Las muchachas del casquete dorado y larga pluma saludaban con risas los movimientos inquietos del gigante. Pero una orden venida de abajo acabó con estos juegos, restableciendo el silencio.

Pues, ¿qué me dirán del bueno de don Cirongilio de Tracia, que fue tan valiente y animoso como se verá en el libro, donde cuenta que, navegando por un río, le salió de la mitad del agua una serpiente de fuego, y él, así como la vio, se arrojó sobre ella, y se puso a horcajadas encima de sus escamosas espaldas, y le apretó con ambas manos la garganta, con tanta fuerza que, viendo la serpiente que la iba ahogando, no tuvo otro remedio sino dejarse ir a lo hondo del río, llevándose tras al caballero, que nunca la quiso soltar?

Mas todas estas afecciones, generalmente rebeldes, exigen un tratamiento largo, y el que pueden jugar otros varios medicamentos; se hará bien en preceder á la calcarea, el azufre ó el ácido azótico, segun que se trate de erupciones pruritosas, secas, escrofulosas, húmedas y escamosas, ó de otras que presenten escrescencias, erupciones con fungosidades, exudaciones sanguíneas ó un orígen sifilítico.

Una concha de nácar era su carroza, y seis delfines tiraban de ella con jaeces de purpúreo coral. Los tritones, sus hijos, llevaban las riendas. Las náyades, sus hermanas, golpeaban el mar con las escamosas colas, irguiendo sus troncos de mujer envueltos en la magnificencia de una cabellera verde, entre cuyos bucles asomaban las copas de los senos con una gota temblona en el vértice.

Lo mismo sucede en las erupciones psóricas ó escamosas, en el eczema, en las erupciones vesiculosas de la urticaria y de la miliar crónica, que se reproducen con ardor y prurito; en todos estos casos, si no es el medicamento curativo, es por lo menos muy importante en el tratamiento, que exige tambien el mercurio, el arsénico, la sal marina; y para la miliar, la clemátida, la zarzaparrilla y la stafisagria.