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En el interior del monte, los rezumamientos y los hilos de agua que se asocian para formar el arroyo, realizan así dos trabajos inversos: de un lado, ensanchan las fisuras, agujeran las rocas y forman anchos cauces; y de otro, cierran las hendiduras del monte, apoyan la bóveda con columnas y llenan de piedra los enormes agujeros que ellas mismas practicaron miles de años antes.

Mientras que la superficie de la nieve caída se endurece por el frío del invierno, sobre todo durante las noches, un sordo trabajo se realiza debajo del gran laboratorio del monte: las gotas que el sol ha fundido durante el día, penetran en el suelo hasta las rocas de granito y de un grano de arena á otro, y del cristal de cuarzo á la molécula de arcilla, desciende imperceptiblemente por la pendiente; se juntan unas gotas á otras, se hacen más gruesas, á su vez éstas se reúnen y se forman hilillos de agua que corren subterráneamente por entre las raíces del césped ó por las fisuras de la roca subyacente.

Caen en forma de lluvia ó de nieve; luego, gotas y copos, divididos hasta el infinito, penetran en la tierra por las cavernas, las fisuras de las rocas y los intersticios del fecundo suelo. Durante largo tiempo el agua queda oculta; después aparece á la luz en forma de alegre fuente, y empieza de nuevo su viaje hacia el océano por los lechos inclinados del arroyo, de barrancos y ríos.

Como símbolo del tiempo que todo lo modifica, la gota, cargada de la piedra que ha disuelto, hace desaparecer lentamente las huellas de nuestros crímenes. Hasta las grutas dejan de existir por la acción del tiempo. La lluvia que cae sobre el monte y penetra en las fisuras de la piedra, se carga constantemente de moléculas calcáreas.

En la primitiva edad del mundo los numerosos volcanes de que está sembrado tenían una acción submarina mucho más poderosa que ahora. Sus fisuras, sus valles intermedios, permitieron al mucus marítimo acumularse por capas, electrizarse de las corrientes. Sin duda que allí se asió la gelatina, fijóse, se afirmó, inquietóse y fermentó con toda su vigorosa potencia.

Después de haber pasado el desfiladero, encuentro aún algo que fueron islas en otro tiempo, curvas, rápidas corrientes, cascadas: hasta encuentro fuentes extinguidas que reconozco por la humedad de la arena y las fisuras rocosas. El borde desde donde se lanza una cascada lo forman dos raíces enlazadas, sujetas sólo por un lado, encrustadas en la arcilla.

En muchos parajes, el agua caliente que corre á unirse con el arroyo, se extiende primero en un gran lago que ella misma ha formado molécula tras molécula; al lado se encuentran otras lagunas secas, y á uno y otro lado las fisuras abiertas en la piedra están bordadas por hermosas concreciones parecidas á los adornos de mármol que vemos ornamentando las fachadas de nuestros edificios. ¡Pero cuán insignificantes son esos depósitos silíceos ó calcáreos comparados con las enormes construcciones erigidas en diversos países del mundo por esos ríos termales, como por ejemplo los de Holly-Springs, en los Estados Unidos!

De otra parte, las estalactitas, como todas las cosas de la naturaleza, varían hasta el infinito, según la forma de la gruta, la disposición de las fisuras y la más ó menos cantidad de gotas que depositan las revocaciones calcáreas. A pesar de las obscuras tinieblas que las llenan, infinidad de cavernas se han cambiado así en maravillosos palacios subterráneos.

Sobre la superficie de las rocas que bordean la cascada, las gotas de agua forman un tenue capa de hielo y el líquido que se extiende lentamente por las fisuras de la peña se endurece en largos regueros transparentes, tan hermosos como las estalactitas de las grutas.

Sale y vuelve con la jeringuilla llena, que el botiquín del cementerio le ha proporcionado. ¿Pero cómo, al hombrecillo diminuto?... ¡Por las fisuras craneanas!... ¡Pronto! ¡Cierto! ¿Cómo no se le había ocurrido a él? Y el sepulturero, de rodillas, inyecta en las fisuras el contenido entero de la jeringuilla, que filtra y desaparece entre las grietas.