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Pepa se prestó al instante á ello, pero á Frasquito no hubo poder humano que le hiciese menear las piernas. Alegaba ignorancia; si supiese, con mucho gusto echaría un baile. En realidad desdeñaba el arte de Terpsícore: toda su devoción la consagraba á Mercurio.

Por eso, antes que con el público, estos artistas insignes dieron últimamente en la feliz ocurrencia de ponerse de acuerdo con la junta directiva del baile, que, en honor de la verdad, casi siempre ha accedido á respetar los días festivos, dejándolos para dar culto á Talía y Melpómene, visto que la saltarina Terpsícore no se ha de ver desairada aunque toque á función en noche de Difuntos.

Pero como la inspiración de Terpsícore ardía en sus corazones, tomaron el acuerdo de trasladarse al salón y allí continuaron rindiéndole culto, libre la conciencia de aquel horrible peso que Cobo les había echado. La fiesta nocturna no dejó de ser grata. Hubo muy lindos fuegos de artificio traídos de Madrid.

Apúrase en él la materia de tal manera, que sólo me atrevo á añadir las dos notas siguientes: La comedia de Vicente Suárez, Amor, ingenio y mujer en la discreta venganza, en la cual se mencionan muchos títulos de comedias, está impresa en la Parte primera de los donaires de Terpsícore, compuesta por D. Vicente Suárez de Deza y Avila, ugier de Saleta de la Reina, fiscal de las comedias en esta corte: Madrid, 1663.

Llegan la musa TERPSÍCORE primeramente, y después las NINFAS, las NÁYADES y las ONDINAS bailando y esparciendo flores al son de las liras de APOLO y de ERATO y de la flauta de EUTERPE. Después de la danza todos se colocan á ambos lados del escenario.

En fin, desde las cinco ó las seis de la tarde las gentes comienzan á afluir hácia la Casa de conversacion, inmenso y magnífico edificio que sirve al mismo tiempo de café, casa de juego, local de gabinetes de lectura y templo de Terpsícore, Talía y otras musas.

Entendía además el señor de Figueredo que Rafaela cantaba como un sabía o como un gaturramo, que son la calandria y el ruiseñor de por allí, y que en punto a danzar echaba la zancadilla a la propia Terpsícore.