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En el siglo XI comenzaron á ser frecuentes las peregrinaciones al sepulcro de Santiago de Compostela, patrón de España . No es inverosímil que la multitud de devotos, que acudió allí de todas partes, importase también consigo su afición á ver y oir cosas deleitables, y que esto diese origen á las primeras representaciones de dramas religiosos, aunque no existan documentos históricos fidedignos que lo expresen con toda claridad, como dice Blas Nasarre al hablar de tales dramas de peregrinos.

Juanita barría y aljofifaba, fregaba los platos, enjalbegaba algunos cuartos y la fachada de la casa, que era la más limpia de la población, y hasta agarraba su cantarillo e iba por agua a la milagrosa fuente del ejido, cuyo caño vertía un chorro tan grueso como el brazo de un hombre robusto, siendo tal la abundancia del agua, que con ella se regaban muchísimas huertas y se hacían frondosos, amenos y deleitables los alrededores de Villalegre, contribuyendo no poco a que la villa mereciese este nombre.

Ellas conocen la antigua corte musulmana y sus deleitables contornos, piedra por piedra, mata por mata, tradición por tradición..... ¡Y ellas, poseídas íntimamente de aquella nostalgia historial que más atrás analizamos, saben estar en cada punto, hablar y callar á tiempo, comentar la situación con el suspiro y la mirada, y parecen á todas horas, ya á la luz del crepúsculo, ya á la claridad de la luna, ya al tenue relucir de las estrellas, los genios de las ruinas, las dríadas de los bosques, las náyades de los ríos, las ninfas de los arroyos y las fuentes!

Bien seguro estaba Pacorrito de haber hecho tilín á la dama. Esta le miraba, y sin moverse ni pestañear ni abrir la boca, decíale mil cosas deleitables, ya dulces como la esperanza, ya tristes como el presentimiento de sucesos infaustos.

-Ya yo tengo noticia deste libro -dijo don Quijote-, y en verdad y en mi conciencia que pensé que ya estaba quemado y hecho polvos, por impertinente; pero su San Martín se le llegará, como a cada puerco, que las historias fingidas tanto tienen de buenas y de deleitables cuanto se llegan a la verdad o la semejanza della, y las verdaderas tanto son mejores cuanto son más verdaderas.

Lo restante del día gastan en paseos, visitas y cumplimientos y en brindis y meriendas, en señal de amor y amistad; anda alrededor un jarro ó vaso de chicha, de que todos toman un sorbo, y también se ejercitan en muchos juegos deleitables y caballeros. Uno, entre otros, es semejante al de la pelota de Europa.

¿Quién ha de dudar ya de que el linaje humano progresa, apropiándose y acumulando la espléndida herencia de muchas generaciones, custodiando en los libros cuanto ha averiguado y sabe y divulgándolo por medio de la imprenta, y valiéndose además de mil útiles o deleitables artificios con los que se recrea, o de los que se aprovecha para hacer más cómoda, más amena y más grata la vida?

Y por otra parte, el despilfarro de esos provechos, casi siempre en cosas deleitables para la colectividad ó que satisfacen y lisonjean su orgullo, prueba que no hay grande egoísmo en el individuo que los ha logrado, é inclina á creer que la codicia jesuítica más que viciosa es poco juiciosa.