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Bebiendo de la chicha y del brevage, Que habia para ello el aparejo, Celebrado con grita y con corage De todos fué el acuerdo y el consejo. En medio de la junta, de buen trage Un indio se levanta, cano, viejo, Con manta que parece fina grana, Y en el brazo de plata una chipana. Aqueste con muy grande reverencia Al gran Cacique dijo, convenia Despachase con mucha diligencia A Condurillo.

Estas dos naciones fueron antiguamente mas numerosas, y mantuvieron largas y sangrientas guerras con los españoles, á quienes casi echaron de Chile, destruyendo las ciudades de Imperial, Osorno y Villa Rica, y matando dos de sus Presidentes, Valdivia y D. Martin de Loyola: pero están ahora muy disminuidas, no pudiendo hacer revista de cuatro mil hombres entre todos ellos, lo que nace de las frecuentes guerras que han tenido con los españoles de Chile, Mendoza, Córdoba y Buenos Aires, con sus vecinos los Puelches, y aun los unos con los otros; igualmente que del aguardiente que compraban á los españoles, y su pulcú ó chicha, que hacen en su país.

Ademas, no ha habido víctimas torunas ni caballunas en la plaza, y es raro que se cuenten hombres muertos ó heridos de gravedad, apesar del desórden que preside á las corridas y de los prodigios del aguardiente, la chicha y otros licores que corren á torrentes por millares de gargantas. En España los toros constituyen un drama crónico.

Tres semanas después quedamos entre el Ecuador y el trópico de Capricornio en una calma chicha. Estábamos a unas cincuenta millas de la isla de la Sociedad.

Y ansí, se partieron , y Inca Yupanqui se quedó en la ciudad, y los tales señores caciques se fueron de allí derechos do Viracocha Inca estaba; y despues de le haber hecho su debido acatamiento, como Inca Yupanqui se lo habia mandado, le dijeron cómo Inca Yupanqui los inviaba allí a que viesen en qué era servido que ellos le sirviesen; y como Viracocha Inca los viese delante de y tan gran multitud de señores y de tanto poder, holgóse mucho de ello, porque dellos tenia gran necesidad al presente, para que le favoresciesen con algun tanto de sus rentas, para edificar aquel pueblo que allí queria hacer; é díjoles que fuesen muy bien venidos, é levantóse de su asiento y abrazólos á todos y tornóse á sentar en su silla, y mandólos á todos que ansí se sentasen; y mandó que sacasen muchos vasos de chicha, y que les diesen á beber; y luego les hizo sacar mucha cantidad de coca, una yerba preciada que ellos siempre traen en la boca, la cual yerba la historia adelante dirá.

Ellos, atraídos de la esperanza del premio, y atemorizados de los castigos, si no obedecían á la voluntad de Dios, le dieron palabra, unánimes y conformes, de obedecer pronto á su voluntad, con tal que sólo les permitiese la chicha, bebida ordinaria suya, porque el agua les causaba dolores agudos en el estómago.

Astucia de los indios Chiquitos II 195 Astucia de los indios Guaycurús para apoderarse de los Misioneros II 99 Astucia de los indios Manacicas II 7 Astucia de los indios Payaguás I 188 Banquetes que celebraban los caribes Carerás con las carnes de los Morotocos muertos II 153 Bebida llamada chicha, que usan los infieles; cómo la fabrican II 69

Colocábase la cabeza del difunto, adornada con una peluca de algodon de varios colores, en el gran cuarto destinado para beber en comunidad la chicha que se preparaba para el caso, y de la que venian todos á participar en el punto de reunion; donde los sacerdotes del tigre brindaban á los dioses, sirviéndose de vasos especiales, y anunciando que por la noche conversarian con los manes de la fiera.

Pero cuando vio la maniobra de El Gavilán, cuya marcha era aún acelerada por los largos remos, no le quedó duda alguna y comprendió que se trataba de un corsario. Huir era imposible. A la débil brisa que soplaba por ráfagas, había sucedido una calma chicha, y los remos del pirata le daban una ventaja de marcha positiva.

Frente a , con la cara roja como una amapola, con los ojos alzados, estaba una inglesa, algo como una nodriza o sirvienta de alguna familia inglesa de Bogotá; trabó en el acto conversación conmigo, y aunque yo, fastidiado, irritado en ese instante, no le contestaba una palabra, encontró medio de contarme que había hecho sola todo el camino de Bogotá a Bodegas porque, como los peones que la acompañaban lo causaban más aprensión que confianza, les daba plata para que se fueran a beber chicha o guarapo en todas las botillerías de la ruta, sistema cuyo resultado fue que quedasen tendidos en el camino.