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Y yo, exclamó Sir Oliver, prometo á mi excelso patrón Santiago de Compostela visitar su santuario allá en España, si me saca en bien de este trance, y comerme una carpa más cada día de vigilia, durante un año. ¡Cómo ruge el mar! ¿Qué decís, capitán? ¡Pasamos, pasamos! gritó Golvín, fija la vista en las rompientes más inmediatas á la proa. ¡Á la buena de Dios!

Cásase después con el duque de la Rosa, noble francés; cae enferma, y promete, si se cura, hacer una peregrinación á Santiago de Compostela.

En el siglo XI comenzaron á ser frecuentes las peregrinaciones al sepulcro de Santiago de Compostela, patrón de España . No es inverosímil que la multitud de devotos, que acudió allí de todas partes, importase también consigo su afición á ver y oir cosas deleitables, y que esto diese origen á las primeras representaciones de dramas religiosos, aunque no existan documentos históricos fidedignos que lo expresen con toda claridad, como dice Blas Nasarre al hablar de tales dramas de peregrinos.

»La fecha de estas dos cartas es de 10 de Junio de 1409. »Provistos de ellas, pasaron otra vez los dos religiosos á Tordesillas, y se las mostraron al infante D. Fernando, el cual se complació mucho en leerlas y les dió otra para el mismo Garci-Álvarez, recomendándole vivamente el negocio que le había cometido el ilustre Arzobispo de Compostela.

Como mi padre ha vivido fuera de la realidad, se conduce siempre con desparpajo que asusta y admira; así es que, al poco rato de conversación con la duquesa, y como quiera que se hallaba bastante agitado, comenzó a dispararle versos amatorios, un tanto velados todavía, más por artificio que por timidez, declarando que no en balde la señora se llamaba doña Beatriz y que él, como el Dante, subía del infierno de Compostela al paraíso de su presencia y protección.

»Enojóse grandemente D. Fernando, y maravillado de aquella tenaz rebeldía, al par que decidido á vencerla, entregó á los monjes una carta para D. Lope de Mendoza, Arzobispo de Compostela, de quien era sufragáneo el obispo Arias, encargándoles volviesen á darle cuenta de cómo los había recibido y de las disposiciones que había tomado.

Agotado todo lo que en el salón había que enseñar al primo, le mostraron la casa desde el desván hasta la leñera: un caserón antiguo, espacioso y destartalado, como aún quedan muchos en la monumental Compostela, digno hermano urbano de los rurales Pazos de Ulloa.

Las ciudades del norte y del oriente de España te enviaron sus mas hermosas cautivas y espléndidos tesoros; Santiago de Compostela te mandó enormes campanas que sirvieron de lámparas para tus mezquitas; el Africa coronó tus sienes con las mejores palmas del Desierto. Fuiste la reina de las naciones, fuiste la luz del mundo.

Guardada la distancia que separaba de un labriego al señor de Ulloa, éste era su estado moral en Santiago. No hería su amor propio ser dominado por Primitivo y vendido groseramente por Sabel en su madriguera de los Pazos, pero que le torease en Compostela su artificiosa primilla. Además, no es lo mismo distraerse con una muchacha cualquiera que tomar esposa.

Las conchas que ostenta todo el edificio significan que el que lo mandó construir era caballero santiagués y que había ido ó tenía hecho voto de ir en peregrinación á Compostela, así como los escudos con cinco lises que adornan las esquinas y la espalda del palacio, prueban que el tal santiagués pertenecía á la poderosa y esclarecida familia de los Maldonados de Salamanca.