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Comenzó a decirme: «¡Por ustedes y otras como ustedes pierden el crédito y la honra los sacerdotes y decae la religiónMe llamó saco de malicia; que parecía mentira que se me ocurrieran semejantes atrocidades, y que por aquí y que por allá... Al principio quería comerme; después se fue sosegando... «Tiene usted razón, D. Narciso, le respondí; pero yo no puedo remediarlo...» Y es la verdad, chica, no puedo remediarlo... ¡no puedo!

Y yo, exclamó Sir Oliver, prometo á mi excelso patrón Santiago de Compostela visitar su santuario allá en España, si me saca en bien de este trance, y comerme una carpa más cada día de vigilia, durante un año. ¡Cómo ruge el mar! ¿Qué decís, capitán? ¡Pasamos, pasamos! gritó Golvín, fija la vista en las rompientes más inmediatas á la proa. ¡Á la buena de Dios!

Si no hubiera tenido la fortuna de atravesar de una estocada de parte á parte al hermano de mi baronesita, me comian sin mas remision. Verdad es que la naturaleza pura es buena, quando en vez de comerme me lian agasajado tanto estas gentes, así que han sabido que no era jesuita. Cuéntase el arribo de Candido con su criado al pais del Dorada, y lo que alli viéron.

Andrés, después de hacer plato a Rosa, se sirvió también con mano larga. ¿Se acuerda usted, amigo Celesto dijo metiendo un buen pedazo en la boca, de cuando usted me compadecía por no poder comerme un plato de jamón con tomate? Hombre, es verdad repuso el seminarista levantando los ojos con admiración. ¡Parece mentira lo que usted ha cambiado, D. Andrés! Todos le felicitaron.

«Ya ves qué lindo buitre me ha puesto Dios en casa decía Encarnación . Es capaz de comerme el modo de andar, si le dejo.

Hola, D. Andrés, ¿también viene usted al molino a comerme la harina, como los ratones? dijo el paisano riendo campechanamente. ¿No ve usted qué gordo me voy poniendo con ella? repuso Andrés aceptando la broma. Pues tenga cuidado, que he echado por los rincones bolitas de fósforos. Soy un ratón muy fino y los huelo de lejos. ¡Ya!

Ni el mío afirmó Petra. A me gustará comerme el dinero de un marido muy rico. ¡Comerte el dinero! objeté. ¿Es eso todo lo que ves en el matrimonio? Evidentemente respondió Petra con su gran aspecto de las cruzadas. Comprenderás que si me caso con un plebeyo rico, no voy a pasar el tiempo en amar a ese caballero... Amar a su dinero y hacerle valsar, es otra cosa...

Te estorbaba el chico, por ser hijo de quien es. ¡Yo! gritó doña Manuela poniéndose en pie, con llamaradas en los ojos y la majestuosa nariz agitada por la indignación. Aquel momento de silencio pareció una larga amenaza. El ronquido angustioso del enfermo seguía sonando, cada vez más desgarrador. , mujer, . No te pongas tan soberbia, que no has de comerme.

En treinta años que llevo á bordo no me he visto en lance igual. ¡Los santos del cielo se apiaden de nosotros! Y muy particularmente confío yo en la protección del gran Santiago, en cuyo día hago voto de comerme otra carpa, además de la prometida ya para todos los días de vigilia del año....