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Libre y apasionado él, sin madre y enamorada ella, tolerante y dormilona el aya que había de vigilarles, sus entrevistas no fueren dúos con centinela de vista, sino momentos de casta expansión en que sinceramente se dibujaron sus caracteres, contribuyendo los atractivos morales de cada uno a que se templara el amor de los sentidos en la dulce servidumbre de las almas.

Todas las comedias mencionadas hasta ahora pueden considerarse como piezas de intriga ó enredo, ó más bien de acción muy complicada, en la significación más genuína de la palabra, ó, lo que es lo mismo, como obras dramáticas, cuyos factores importantes para producir la acción, son circunstancias y situaciones externas y extraordinarias, atrayendo todo el interés hacia su argumento, contribuyendo también la casualidad considerablemente á aumentar la complicación de la fábula, y prescindiendo, por lo mismo, de la pintura de caracteres.

Pero el maestro, que tenía un corazón tierno y suave, y en su temple una propensión a la confianza que rayaba en ceguedad, se enamoró de su discípula, contribuyendo a ello el amor exaltado que tenía el pescador a su hija y la admiración que esta excitaba en la buena tía María; ambos tenían cierto poder simpático y comunicativo que debió ejercer su influencia en un alma abierta, benévola y dócil como la de Stein.

Días después leyó un decreto; otro día leyó tres, y así sucesivamente, hasta que acabó por leerse todo el periódico y por despertar su antigua afición á lo negro, contribuyendo no poco á ello los comentarios políticos que dió en hacerle el cirujano, que recibía otro periódico, sobre los decretos que el primero le citaba casi de memoria.

Empezó entonces la discordia entre el cabildo y el prelado: el cabildo apeló á Toledo; durante la apelacion interpuesta no se observaba el entredicho, y esto hizo temer á algunos prebendados que impetrándoles en Roma las prebendas, se movieran muchos y costosos pleitos, y así determinaron que si alguno fuese molestado por esta razon, todos le amparasen y defendiesen en los tribunales contribuyendo á las costas que se causáran.

Así las cosas, pensó el Gobierno de S. M. que á España, por sus gloriosas tradiciones y por la incomparable hazaña con su bandera realizada, más que á otra nación correspondía satisfacer el deseo de todas, contribuyendo el Ministerio de Marina á la solemne fiesta universal del Centenario con la reconstitución de una nao del siglo xv, que tan fiel y exactamente cuanto quepa, remede á la inolvidable Santa María, capitana del atrevido navegante é insigne descubridor del Nuevo Mundo; ejemplar tangible de la arquitectura náutica de su tiempo y muestra de los elementos que al espíritu de nuestros pasados sirvieron para explorar y dar á conocer la figura juntamente con las dimensiones del orbe.

Desconfío de que, si nos lo propusiéramos, pudiésemos recoger ahora los fondos, y por otra parte reclamarlos en estas circunstancias, acaso sea perjudicarnos contribuyendo al nublado que se les viene encima. En fin, sirvan estas líneas de toque de alarma. En cuanto sepa algo concreto, le avisaré a usted para que me órdenes. En asunto tan grave no me atrevo a tomar la iniciativa

Supónese que se abrió aquel postigo para introducir ganado en la ciudad durante el cerco que le tenia puesto S. Fernando, y que habiendo logrado algunos soldados cristianos meterse entre el ganado, contribuyendo luego á que se tomase la Ajarquía, el rey moro cuando lo supo esclamó: ¡bien escusada era allí aquella puerta!

En 1350 el mismo rey don Pedro 3.º presentó para uno de los presbiterados de la ALJAFERIA á Juan Pedro Dosca que no poseia otro beneficio, siendo de notar que hace mencion de la piedad de sus antecesores, que habian instituido 4 presbiterados contribuyendo con 400 sueldos al que hacia de rector, y con 300 á los otros, con el objeto de que estos 4 sacerdotes celebrasen continuamente el santo sacrificio de la misa, y los demas oficios divinos en la espresada capilla, y asistiesen á las horas nocturnas y diurnas, de lo que se infiere que el culto se desempeñaba ya en la ALJAFERIA con solemnidad.

El jardinero se indignaba ante la posibilidad de que esto ocurriera. ¡Ay! ¡Y para esto habían peleado con los moros tantos señores arzobispos de Toledo, conquistando villas, asaltando castillos y acotando dehesas, que pasaban a ser propiedad de la catedral, contribuyendo al mayor esplendor del culto a Dios! ¡Y para caer en las manos puercas de los enemigos de todo lo santo habían testado tantos fieles en la hora de la muerte, reinas, magnates y simples particulares, dejando lo más sano de su fortuna a la Santa Iglesia Primada, con el deseo de salvar su alma...! ¿Qué iba a ser de las seiscientas personas, entre grandes y chicos, clérigos y seglares, dignidades y simples empleados, qué comían de las rentas de la catedral...? ¿Y a eso llamaban libertad? ¿A robar lo que no era suyo, dejando en la miseria a un sinnúmero de familias que se mantenían de la «olla grande» del cabildo?