United States or Fiji ? Vote for the TOP Country of the Week !


El trapero creía abarcar con sus ojillos pitañosos toda la humanidad albergada bajo este caparazón de tejas, que a aquellas horas corría y gritaba por las celdillas y callejones de la enorme colmena. Su voz tomaba un acento solemne, como siempre que creía decir algo trascendental. La hembra, Isidro, es inferior al hombre e indigna de él.

Todo terminado...» Pero en los días tristes de invierno su resignación se revolvía contra esta existencia de molusco recluido en su caparazón de piedra. ¿Iba a vivir siempre así?... ¿No era torpeza haberse encerrado en este rincón, teniendo aún juventud y bríos para luchar en el mundo?... ; era una torpeza.

Su trato con Fernando infundía una nueva animación en su existencia. Parecía resquebrajarse después de cada entrevista el aislamiento en que había vivido hasta entonces, como en un caparazón erizado de púas. Y en este resurgimiento contemplábala Ojeda cada día con mayor interés. Iba revelando su pasado fragmentariamente, con titubeos de modestia, cual si temiese fatigar la curiosidad de su amigo.

Era el caparazón de piedra de un animal en otros tiempos poderoso y fuerte, pero que había muerto hacía más de un siglo, deshaciéndose su cuerpo, evaporándose su alma, sin dejar otro vestigio que aquella envoltura exterior, semejante a las conchas que encuentran los geólogos en los yacimientos prehistóricos, y que por su estructura dejan adivinar las partes blandas del ser extinguido.

En el exterior, los contrafuertes y botareles, así como los arbotantes que como puentes se extienden entre ellos, son de piedra berroqueña durísima, formando un caparazón dorado, obscurecido por los siglos, que protege y sustenta las aéreas delicadezas del interior. Las dos clases de piedra marcan el aspecto de la catedral: obscura y rojiza por fuera, blanca y lechosa por dentro.

Desde la aldea se columbra la ciudad, caparazón que cubre una colina, como escamado peto de armadura sobre un torso yacente; armadura labrada en cobre y hierro, abollada ya; a trechos oro sucio, a trechos gris rojizo, a trechos verdinosa, de la corrosión de los años y los óxidos. De un lado sale la torre de la catedral, como lanza astillada, que aún se mantiene firme, bajo la axila.

A mediados del siglo XVIII, cuando España se metía en su caparazón, renunciando a lejanas guerras y nuevas colonizaciones, y se extinguía por falta de ambiente la fría crueldad religiosa, era cuando florecía el torero. El heroísmo popular necesitaba nuevos caminos para subir hasta la notoriedad y la fortuna.

Dos hombres apoyados uno en otro marchaban invisibles bajo un caparazón que imitaba el pellejo coriáceo de un elefante, moviendo entre las mesas la trompa serpentina del monstruo y sus orejas de abanico.

Sin alas, sin cola, sin trompa, sin garras, sin colmillos, sin veneno, sin púas, sin cuernos, sin caparazón, sin agilidad, sólo por la inteligencia podía el hombre sobreponerse a las demás especies animales en la lucha por la vida; pero, en cambio, la inteligencia era de suyo un arma o un poder susceptible de desarrollarse indefinidamente, de levantarse más alto que los pájaros y de caer más bajo que los reptiles.

Si vierais lo ridículos que estáis con ese caparazón de barro, negro como el de un cangrejo, no os pondríais a reñir. Dimos vuelta a la punta arenosa en que nos encontrábamos, y llegamos a una playa en donde el agua estaba limpia. Nos lavamos lo mejor que pudimos, frotándonos con manojos de hierbas para quitarnos la capa de grasa y barro que nos cubría, y nos pusimos la ropa.