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Y yo no te pido más que un poco de paciencia, niña querida. No comprendes las dificultades de mi situación, que es muy sencilla sin embargo. No tengo patrimonio personal, o muy poco. Estoy, pues, obligado a grandes precauciones y tengo que contar, no sólo con mi madre, sino con mi tío, y no violentar las cosas, en el mismo interés de este caballero. No reclamo para él más que tu nombre.

Tan grande era la ceguedad reinante por los modelos extranjeros, que se intentaba nada menos que violentar el idioma español, y someterlo al yugo de una versificación tan monótona como el verso suelto italiano, y como él arrastrándose también con trabajo, por cuya razón se empleaba siempre pocas veces por los poetas anteriores.

El P. Gil halló exagerada y hasta irracional aquella oposición, y manifestó propósitos de dirigirse él mismo a Osuna y hacerle comprender que no tenía derecho a violentar de tal modo la inclinación de su hija, sobre todo considerando que no era una niña privada de reflexión. Obdulia se apresuró a disuadirle de este empeño.

Marenval escuchó atentamente al criado. Había conservado la paciencia necesaria en su antigua profesión para no violentar al cliente. Sabía muy bien que después los intentos y de las vacilaciones, los negocios se deciden, y esperaba un detalle imprevisto, una circunstancia nueva en el relato apasionado de Giraud.

Afortunadamente no me vi obligado a violentar nada: el armario tenía puesta la llave en la cerradura. Antes de abrir el armario, cerré las puertas para evitar una sorpresa casual de los criados. Luego abrí temblando el espejo que servía de puerta al armario. En una tabla, cuidadosamente pegado a un rincón, estaba el cofrecillo. En aquella misma tabla había otro objeto. Un gancho de trapero.

Pero dejando á un lado este comentario, que de seguro hará reir á los admiradores de Shakespeare, consignaremos ahora que Moratín, á la vuelta de su viaje, fué nombrado por el Gobierno miembro de una junta, creada con el objeto de reformar el estado del teatro. Fácil es de suponer cuáles serían sus trabajos en este cargo, si bien no tardó en abandonarlo. Las tres comedias, que, además de la traducción de algunas piezas de Molière, se representaron en los años de 1803, 1804 y 1806, El barón, La mogigata y El de las niñas, pasan por ser las mejores obras suyas. En La mogigata se pinta vivamente el carácter de una hipócrita piadosa, pero más en sus rasgos exteriores que penetrando en lo íntimo de su esencia. En El de las niñas se propone trazar los peligros, á que se exponen los padres, cuando quieren violentar á sus hijas en la elección de esposo. Doña Francisca deja el convento en que se ha educado, en compañía de su madre, desposándose con Don Diego, hombre ya de edad provecta.

Los dos envainaron, y Ramiro tomó por la angosta calleja, en la dirección del Nordeste, hacia un paraje solitario dentro de los muros, que él había observado en uno de sus paseos. Gonzalo marchaba a la izquierda, y su capa gris semejaba una tela de plata entre la incierta claridad de la noche. Llegados que fueron ante un viejo portalón, Ramiro se detuvo y trató de violentar el cerrojo.

Si pudiesen remediarse de cualquier otro modo que no fuese con dinero, es seguro que las haría desaparecer en seguida. Los rasgos de generosidad le hacían llorar de entusiasmo; pero se juzgaba, y con razón, impotente para llevarlos a cabo. Así y todo hacía esfuerzos supremos por violentar su naturaleza. En realidad, no era de los ricos menos limosneros que hubiese en Madrid.

Yo podré haberte ofrecido y presentado todas las ocasiones, todos los objetos, todos los premios a que podía aspirar tu codicia, en que podía hartarse tu sed de deleites y donde tu ambición y tu orgullo podían quedar satisfechos; mas para lo que yo no tuve fuerzas, ni aun teniéndolas las hubiera empleado, fue para violentar tu libre albedrío.

La semana pasada castigó tan cruelmente a mi pobre Laura, que durante varios días le quedaron las marcas en el cuerpo, los rastros de su crueldad. ¡El miserable marcó sus uñas en las mejillas de mi hija! ¿Y puedo decirle que le amo? ¿Quién sería capaz de violentar así sus sentimientos? ¡Ah! por la felicidad de mi hija sería capaz de afrontar mil muertes crueles, pero me falta valor para esta abdicación de mi conciencia, para este suicidio moral.