United States or New Caledonia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Giraud salió á abrir, sonrió á Marenval y se quedó estupefacto al ver á Tragomer. Su cara volvió á tomar el aspecto taciturno y cuando Marenval le preguntó: ¿Están visibles las señoras? Para el señor, ciertamente, respondió el criado, pero no si el señor de Tragomer... El acento lleno de censuras de aquella frase interrumpida impresionó profundamente á Tragomer.

Forzosamente Giraud había observado á su señor y á los amigos de su señor. Todos habían pasado por el tamiz de sus observaciones diarias y su convicción era por fuerza la más justificada. Por otra parte, en lo que contaba acerca de las relaciones de Sorege y de Jacobo había muchos detalles verosímiles. ¡Qué rayos de luz esclarecían la conducta de aquel hombre, dado lo que sospechaba Marenval!

Giraud desapareció sin ruido y Marenval se encontró, algo cortado, frente á la señorita de Freneuse que le alargó la mano sonriendo tristemente. Pero ¡qué desgarradora melancolía en la expresión de aquel hermoso semblante!

Oiga usted, señor; no soy más que un pobre hombre y el señor de Sorege es un conde, tiene fortuna, relaciones, todo. Pues bien, si yo tuviera una hija, preferiría que se quedase para vestir imágenes á casarla con él. Marenval se echó á reír. Tranquilícese usted. Creo que el negocio ha fracasado. Gracias por sus confidencias, Giraud; creo que me serán útiles.

El tiempo que el jardinero empleó en ir á prevenir al criado, pareció á la joven sumamente corto. Y cuando oyó crujir la arena bajo los zuecos del jardinero, pensó: "¿Qué tiene hoy Giraud, que corre tanto?" Aprestó el oído para oir la respuesta, que fué seca y terminante. La señorita está delicada y no recibe. ¡Qué mentira! murmuró Herminia, que sintió de pronto un involuntario descontento. ¡Ah!

Estoy seguro, sin embargo, de que las señoras preferirían estar reducidas á pedir limosna á ver al señorito donde está. Eso no admite duda, Giraud. Pero, volviendo á Sorege, ¿sus relaciones con Jacobo eran menos asiduas en los últimos tiempos?

En este mundo no hay nada definitivo más que la muerte, y Jacobo está vivo y aun creo que en buena salud. ¡Era tan joven y tan vigoroso! Pero la pena... el arrepentimiento... ¡Eso destruye! Además, el clima... No es malo, Giraud; no tiene nada de malo. En cuanto á los informes que he venido á tomar; eran indispensables. Se trata del matrimonio del señor de Sorege. ¡Casarse!

Pero si yo no he tenido nunca más que confianza y simpatías hacia el señor de Sorege, debo reconocer que no todo el mundo pensaba como yo en mi casa. ¿Quién le era desfavorable? Mi hija, primeramente, á quien siempre desagradó Sorege, y después nuestro criado Giraud, que nunca le pudo tragar. ¡Ah! ¿María encontraba sospechoso al amigo de su hermano?

No es usted justa, mi hermosa prima, porque el primero que ha participado de esa convicción no se llama Marenval, sino Tragomer. María frunció las cejas, hizo un nuevo ademán afectuoso y, sin añadir ni una palabra, volvió á entrar en las habitaciones. Giraud presentó á Marenval su gabán de pieles.

Pero, en fin, Giraud, ¿por qué es usted tan severo con ese joven que, según usted mismo confiesa, no ha hecho nada que justifique ese juicio? Es un instinto, señor, y eso no se discute. Hay en la calle de al lado un estanco al que yo iba todos los días, desde hace diez años, á comprar mi paquete de rapé.