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Pensamientos agradables acuden a su mente. ¿No son completamente felices desde que ha venido Juan? ¿No se han hecho ya raras las horas tristes, llenas de presentimientos siniestros, turbadas por el miedo a los fantasmas? ¿No estaba reviviendo él a ojos vistas, vencido por la alegría de esos dos inocentes? ¿No era el día que acababan de pasar la mejor prueba de que su horror a los extraños ha desaparecido y de que sabe asociarse ya a la alegría de los otros? ¡Y Gertrudis cuán feliz es también!... La otra noche, es verdad... ¡Pero qué! ¡Las mujeres son seres débiles, sujetos a muchos caprichos.

Temblaba ante la necesidad de hablar a Bettina, ante la necesidad de oírla, y entonces se refugiaba junto a madama Scott, y ésta recibía sus palabras indecisas, conmovidas, turbadas, que no se dirigían a ella, y que, sin embargo, ella tomaba para . Zuzie no podía dejar de engañarse. Bettina no le había dicho nada, no le había manifestado aún los sentimientos vagos y confusos que la agitaban.

66. Tambien llegaron de Buenos Aires algunos rumores ciertos con otros inciertos: que las cosas en la Corte estaban muy turbadas; que Carvajal, autor de estos males, el dia 2 de Abril del año pasado, con una muerte repentina habia partido al tribunal del recto juez, Jesu-Cristo, Señor Nuestro, habièndole citado para aquel lugar tres dias antes un varon de conocida santidad, el Padre Burke, del Colegio de Escoceses. Que el lugar de este lo habia ocupado un Irlandes, llamado W... Que el Marques de la Ensenada, primer Ministro, habia sido removido y privado de su empleo, y otros 16 ministros con èl, y que todos habian sido desterrados á diferentes ciudades. Que del primero se habian confiscado inmensos caudales, y que en lugar de estos, se le habia consignado 8,000 pesos anuales. Hasta aquí es lo cierto pero las cosas inciertas que añadia la fama, eran: que la causa del destierro de tantos Ministros habia sido un oculto tratado con el Rey de Nápoles,

Ella balbuceó sin fuerzas: ¡Dios mío, Dios mío! La hora que acababa de transcurrir había sido tan angustiosa para sus almas turbadas que, inconscientes, permanecieron así en brazos uno del otro, creyendo vivir en un sueño. La joven fue la primera en reponerse; se apartó de Juan, y señalando la ventana: Es necesario abrir dijo no vemos a mi padre. Juan obedeció.

Vamos a bailar agarrados como la gente fina. Las muchachas, turbadas por el vino, se cogieron unas a otras o cayeron en los brazos de los viñadores jóvenes. Todos comenzaron a dar vueltas, al son de la guitarra. El capataz y los acólitos de don Luis, acompañaban el ritmo chocando botellas vacías o golpeaban el suelo con sus bastones, riendo como niños de esta habilidad musical.

Aquella noche, en el templo solitario todo estaba en orden, pero en el ventanal gótico faltaba la figura blanca, y por el hueco de contorno humano que formaban los plomos sin vidrios, se veía en el cielo el parpadear misterioso de los astros. En el pensamiento y la memoria de las gentes quedó clara y viva la impresión del milagro. ¿Fue antojo de imaginaciones turbadas? ¿Fue realidad?

Las cosas en Yapeyú anduvieron muy turbadas por todo el mes de Noviembre: porque como los curas de este pueblo lo querian apartar de la confederacion, no cesaban de persuadirles, que concediesen á los Españoles paso franco, y abandonasen de facto las llaves.

Brillaban los ojos, fijos en él con el fuego del odio; las cabezas, turbadas por el alcohol, parecían sentir el escarabajeo de la tentación homicida; instintivamente iban todos hacia Batiste, y éste comenzó á sentirse empujado por todos lados, como si el círculo se estrechase para devorarle. Estaba arrepentido de haberse quedado junto á los jugadores.

Con diez ú once canoas esquifadas La vuelta el malvado, procurando Que no esten las personas recatadas, Mas antes las ocupa rescatando. No quiero referir, pues, cuan turbadas Lo estaban, segun supe, y cuan temblando: Mas con todo se dieron tanta maña, Que no quajó el cartero su maraña.

CLEOPATRA. ¡Detenedla! ¿Es posible, Verónica, que ya hayas olvidado a tu pobre marido? VERÓNICA Juro amarle eternamente al pobrecito; pero... ¿por qué no estamos con los romanos? Parecéis turbadas. ¿Qué pasa?... Si no queréis ir a buscarlos, deben venir ellos aquí. No deben ser orgullosos... CLEOPATRA. Bueno, escuchad lo que voy a proponeros, queridas amigas.