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Trepado sobre un collado á mayor altura que la catarata, en medio de jardines y bosquecillos, domina completamente el abismo azul y trasparente, redondeado en forma de lago, en cuyo fondo se precipita el rio en deslumbradores torbellinos, como una borrasca de perlas y chispas de diamante.

En lo físico la transformación había sido también maravillosa: había crecido: sus formas antes flacas se habían redondeado, modelado, armonizado, dulcificado hasta lo infinito: se desprendía de ella tal fuerza de vida, su piel era tan intensamente blanca, tan sedosa, tan bellamente pálida, con una palidez nacarada; sus cabellos eran tan negros, tan brillantes, tan ricos, que su peinado parecía estar hecho por un escultor griego sobre ébano; las cejas negras y las pestañas negras también, espesas, convexas, dando fuerza con su sombra a su mirada, velándola, amortiguando su brillo; su boca pequeña, de color vivo, fresco y puro; el corte general de la cabeza, lo esbelto del cuello, lo redondo de los hombros, la altura virginal del seno, y los brazos que se veían entre los encajes de una bata de seda a listas, la suelta plegadura de esta bata que revelaba la ausencia de esos ahuecadores con que las raquíticas mujeres de nuestros días encubren la flacura de sus formas, todo esto la daba una fuerza de voluptuosidad irresistible, y para aumentar esta voluptuosidad, se desprendía de ella, de su expresión, de sus miradas, de su actitud, tal perfume de castidad, que era necesario creer que su cuerpo como su alma estaba virgen.

Cuando llegó la hora de almorzar, tenía ya muy buen apetito, y el comadrón y su esposa estuvieron muy amables con él, diciéndole que le agradecerían fuese todos los días, si tenía gusto en ello. Ya Quevedo no era celoso, y desde que su esposa se había redondeado hasta hacer la competencia a los quesos de Flandes, se curó el buen señor de sus murrias y no volvió a hacer el Otelo.

La razón del «mal nuevo», que también nos mencionó él anoche. Será así; pero no lo entiendo. Pues sigamos con el ejemplo imaginado, y supongamos que el delincuente victorioso es un arbitrista de nota, hombre de veta soez y peor entraña, logrero y trapisondista, pero bien redondeado de caudales.

En el café, en los círculos todos, se referían maravillosos cuentos, como los de magia. Aquí un pobrete audaz había redondeado colosal ganancia en pocos meses. Allá una idea feliz, engendrando el más pingüe de los negocios, había hecho poderoso al que un año antes era mendigo.

Finalmente, los viajeros ingleses que, más numerosos cada día, suben todos los años á la montaña santa, creen que la «divina huella» no es más que un agujero vulgar, groseramente redondeado. Verdad es que semejantes extranjeros son mirados con desprecio por los convencidos peregrinos que van á prosternarse á la cima, á besar devotamente la huella y á depositar sus ofrendas en casa del sacerdote.

Una gran araña flamante, de vientre redondeado y delgadas patas, se agarraba implacablemente al centro del techo sin respeto alguno para la asamblea de los dioses. Dos aparadores esculpidos por Knecht brillaban a la luz con su profusión de cristal, loza y plata. El servicio de mesa correspondía a tanta suntuosidad; los platos eran chinos, las botellas de Bohemia y los vasos de Venecia.

Julián, ¿tiene usted ahí una pieza de dos cuartos? , señora. Toma, rapaciño.... A ver si me pierdes el miedo. Fue eficaz el conjuro. Alargó el chiquillo la mano, y metió rápidamente en el seno la moneda. Nucha vio entonces el rostro redondeado, hoyoso, graciosísimo y correcto a la vez, como el de los amores de bronce que sostienen mecheros y lámparas.

Sus manos eran quizás un poco cortas, pero blancas como el marfil, con los dedos redondos, ondulosos, regordetes, en los que, no obstante, se adivinaba la garra. Su pie era el pie corto de las andaluzas, redondeado, lo mostraba tal como era y no cometía la tontería de usar botas largas.

El acero arrollado en tubos, extendido en placas, alargado en émbolos, redondeado en discos, permanecía callado e impasible, sin transpirar el misterio ruidoso de las potencias que se agitaban en sus entrañas.