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Ofelia, Desdémona, Julieta, Miranda, Beatriz, Hero, Lady Macbeth, Otelo, Hamlet, Shylock, Falstaff, Yago y tantos otros, viven en la mente de los hombres con mayor firmeza y consistencia, que los más ilustres y claros varones que fueron en realidad: que todos los gloriosos sabios, héroes, políticos y capitanes que vivían en el mundo, mientras que estos personajes fantásticos iban saliendo del cerebro de Shakspeare, provistos ya del elixir de perpetua juventud y vida, desde el año de 1589 al de 1614.

Presenció el tercer acto de Otelo, aquel terrible acto cuya música parecía ser digna continuación del Dies iræ de la mañana, en la que Rossini parecía completar a Thalberg; y al llegar a la escena en que el moro se suicida después de asesinar a Desdémona, tan en serio tomó la tragedia que estuvo a punto de gritar como Aria a Petus: ¿Verdad, Otelo, que no hace daño?

Sólo te quiero enseñar antes de volverte a llevar donde te he encontrado, concluyó Asmodeo, una casa donde dicen especialmente que no las hay este año. Quiero desencantarte. Al decir esto pasábamos por el teatro. Mira allí me dijo a un autor de comedia. Dice que es un gran poeta. Está muy persuadido de que ha escrito los sentimientos de Orestes, y de Nerón, y de Otelo... ¡Infeliz! ¿Pero qué mucho?

Cuando llegó la hora de almorzar, tenía ya muy buen apetito, y el comadrón y su esposa estuvieron muy amables con él, diciéndole que le agradecerían fuese todos los días, si tenía gusto en ello. Ya Quevedo no era celoso, y desde que su esposa se había redondeado hasta hacer la competencia a los quesos de Flandes, se curó el buen señor de sus murrias y no volvió a hacer el Otelo.

Parte de los mismos se imprimieron en 10 pequeños volúmenes, en Madrid, 1786-91, con las comedias más importantes de D. Ramón de la Cruz. En esos últimos años se ha comenzado á publicar en Madrid una nueva edición de sólo los sainetes, que ha de comprender también los no impresos. El primer tomo, único que he visto, contiene 54 piezas. El Otelo, de Ducis, traducido por D. Teodoro de la Calle.

Asistiría al día siguiente al entierro de su amada y por la noche concurriría al teatro para oír desde su palco el último acto de Otelo, aquella romanza del Sauce, aquel último canto del cisne, obra maestra de Rossini que tanto gustaba a Magdalena. Después regresaría a casa y allí se levantaría la tapa de los sesos.

»Sin verme en ningún espejo, me veía yo en mi imaginación, y yo mismo me daba grima, no por lo criminal, sino por lo grotesco. Tan chiquituelo, tan feo, tan valetudinario y tan canijo; empleadillo de última clase... ¿qué derecho tenía yo a las grandes pasiones? Yo era un Otelo de sainete. »Iba conteniendo la respiración... de puntillas... lleno de miedo de que mi mujer despertase.

Asombrados y temerosos contemplaban los espectadores al magnánimo Orosmán batallando con los celos; temblaban, cuando veían entrar á Otelo silencioso, y medir con sus miradas la obscura alcoba; cuando presenciaban las torturas de Caín , luchando en vano con el terrible destino que lo arrastraba al fratricidio; cuando consideraban á Bruto, envuelto en su manto, entregando la cabeza de sus hijos al hacha levantada de los lictores; en una palabra, se extasiaban ante la más sublime perfección á que puede llegar el arte imitando la naturaleza.

No quiso Dios, sin embargo, que acabase de manera tan prosaica criatura tan ideal; a la mitad de una gran galería, adornada con plantas exóticas, jaulas de pájaros y curiosidades de todos géneros, salió al encuentro de Villamelón el gran perro de Kamschatka, meneando cariñosamente la cola, y de repente, cual si resonasen en sus oídos aquellos acentos de Otelo: ...a compir la vendetta il ciel me invita,

Mil veces más crudo aún es el modo brutal con que, en la tragedia de Otelo, Yago da á Brabancio la noticia de que se ha fugado Desdémona: Your daughter and the Moor are now making the beast with two backs. Y aquí termino y no digo más, porque sería prolijo é interminable decir todo cuanto el asunto sugiere.