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Poco después estaba sentado en un banco de la Plaza Mayor, junto a una de aquellas graciosas fuentes, en las cuales el agua, saliendo de una fingida roca, forma un globo elástico, cuyas paredes se ahuecan y se deprimen según las bate más o menos el aire. En la movible costra líquida hace el sol caprichosos iris y se retratan convexas imágenes del jardín y de los transeúntes.

Es muy lleno de fondos, con escasas salidas de agua, las curvas convexas y completamente plano por debajo. Las extremidades tienen considerable lanzamiento, siendo bastante henchidas con el fin de desplazar mucho y soportar el enorme peso de los castillos; en los costados hay algún pantoque; la borda es alterosa.

Así la corriente se dirige sin cesar de un lado á otro trazando curvas sucesivas: desde el manantial á la desembocadura, el agua no hace más que rebotar contra los dos ribazos. Las ondulaciones cóncavas y convexas alternan en toda la longitud de sus bordes: para la mirada es esto un ritmo, una música.

En lo físico la transformación había sido también maravillosa: había crecido: sus formas antes flacas se habían redondeado, modelado, armonizado, dulcificado hasta lo infinito: se desprendía de ella tal fuerza de vida, su piel era tan intensamente blanca, tan sedosa, tan bellamente pálida, con una palidez nacarada; sus cabellos eran tan negros, tan brillantes, tan ricos, que su peinado parecía estar hecho por un escultor griego sobre ébano; las cejas negras y las pestañas negras también, espesas, convexas, dando fuerza con su sombra a su mirada, velándola, amortiguando su brillo; su boca pequeña, de color vivo, fresco y puro; el corte general de la cabeza, lo esbelto del cuello, lo redondo de los hombros, la altura virginal del seno, y los brazos que se veían entre los encajes de una bata de seda a listas, la suelta plegadura de esta bata que revelaba la ausencia de esos ahuecadores con que las raquíticas mujeres de nuestros días encubren la flacura de sus formas, todo esto la daba una fuerza de voluptuosidad irresistible, y para aumentar esta voluptuosidad, se desprendía de ella, de su expresión, de sus miradas, de su actitud, tal perfume de castidad, que era necesario creer que su cuerpo como su alma estaba virgen.