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Nadina, inclinando su orgullosa cabeza, le besaba el brazo. ¡Oh, héroe!... ¡Héroe mío! Después de esto volvió á erguirse fría y serena, sin más que una leve palpitación en las alillas de su nariz. Ya no la inquietaba el deseo de conocer inmediatamente aquellas cicatrices espantosas que le habían descrito los camaradas del valeroso soldado.

En los pasados tiempos que nos revelan esos escombros, vemos á nuestra montaña y á las vecinas erguirse á mucha mayor altura que la actual. Sus vértices dominaban las más altas nubes, y todos los vapores que viajaban por el espacio se depositaban como nieve ó como helado cristal en sus enormes pendientes.

Pepet abandonó su posición de bestezuela en descanso, libertando las piernas encogidas del anillo de los brazos para erguirse de un salto... Era Margalida la que llamaba... Su padre debía reclamarle para algún trabajo, en vista de su tardanza. El señor le retuvo por un brazo. Déjala que venga dijo sonriendo . Hazte el sordo, para que grite.

Bajo las amplias mantillas obscuras, levantadas a causa del fuerte viento de la mañana, la alta cofia arlesina presta elegancia y empequeñece a la cabeza, con ribetes de lindo descaro, algo así como deseos de erguirse para que la risa o la frase picaresca vaya más lejos... Suena la campana; nos ponemos en marcha.

Edwin creyó durante algunos momentos que aquella miniatura de mistress Augusta Haynes iba á erguirse en su sillón para negarle por segunda vez la mano de Margaret, afirmando que ella no podía transigir con los hombres de espíritu novelesco que ignoran el medio de hacer dinero. Pero la voz del profesor Flimnap le arrancó de su asombro.

El tren marchaba aceleradamente bajo una larga, gruesa y horizontal columna de humo que se proyectaba al costado de la vía en una sombra sinuosa y ancha que se deslizaba chata por el suelo plano; pasaba como escurriéndose por debajo de los alambrados; trepaba por sobre las parvas inmediatas, para descender luego como un torrente; cruzaba flotante los arroyos; espantaba a los teros que parecían huir alerteando un peligro; subía por las paredes de las casas en los pueblos a que el tren llegaba y al detenerse éste en las estaciones, parecía recogerse sobre misma para erguirse en línea recta, como el brazo de un gladiador alzado en alto después del triunfo.

Yo fuí vuestro cómplice, vuestro instrumento, pero para vengarme... Marta, mediante un esfuerzo nervioso, concentró todas las fuerzas de su alma en el oído; suspendió la respiración; el secreto que hubiera pagado con su vida iba probablemente a serle revelado. Pero tuvo que erguirse y retroceder lanzando un grito sofocado. La vieja cocinera bajaba la escalera y se le acercaba sonriendo.

Pasaba del resplandor de la chimenea a los rincones de sombra, preocupada con estas rebuscas, mostrando, en su impúdica distracción, al agacharse y erguirse, las más recónditas intimidades. Cada vez que tornaba al círculo de luz, una nueva prenda cubría su cuerpo. Fernando la seguía con su vista desde el fondo del lecho, iluminada inferiormente de rojo y con el busto perdido en la penumbra.

Estos insultos exteriores le hicieron erguirse, altivo, cruel, inexorable, contra aquel otro yo digno de su desprecio. Ladeó la cabeza: no quiso encontrar los ojos suplicantes de Margarita; tuvo miedo á su mudo reproche. Tampoco se atrevió á mirar al ciego, con su uniforme rapado y heroico, con su rostro envejecido por el deber y la gloria. Le temía como á un remordimiento.

Quiso erguirse altanero y tremendo; pero vencido de la emoción, sintió que flaqueaba todo el edificio de su cuerpo, y lanzando a su cruel señora una mirada lánguida de bestia moribunda, entre súplica y reproche, dejose caer, abatido y lacio, en aquel mismo sillón donde antes los dos solían sentarse para que él la estrechase entre los avarientos brazos, mientras ella, vestida de gran señora y copa en mano, entonaba un vals callejero convertido en brindis orgiástico... El recuerdo de aquellos momentos fue como visión rapidísima que le llenó de amargura el alma.