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Las ventanas cerradas, los postigos de arriba alambrados, para que entre el sol y el aire.... Me he gastado una barbaridad de dinero: lo menos doce duros; pero tengo un palomar en el que se criarían perfectamente todos los animales de pluma que entran en la plaza Redonda durante medio año. El único inconveniente son las malditas ratas. No hay ratonera ni polvos que puedan con ellas.

Los curiosos recorrían los alrededores para admirarlas trincheras recién abiertas y los alambrados con púas. El Bosque de Bolonia se llenaba de rebaños. Junto á montañas de alfalfa seca, toros y ovejas se agrupaban en las praderas de fino césped. La seguridad del sustento preocupaba á una población que mantenía vivo aún el recuerdo de las miserias sufridas en 1870.

Plantaciones, por inaccesibles que hubieran sido dentro del monte; alambrados, por grande que fuera su tensión e infinito el número de hilos, todo lo arrolló el toro con sus hábitos de pillaje. Se deduce también que los vecinos estaban hartos de la bestia y de su dueño, por los incesantes destrozos de aquella.

La mañana siguiente la pasó recorriendo los prados artificiales que había formado detrás del parque, lamentando el abandono en que estaban por la marcha de sus hombres, intentando abrir las compuertas para dar un riego al pasto, que empezaba á secarse. Las viñas alineaban sus masas de pámpanos á lo largo de los alambrados que las servían de sostén.

El puede más que los alambrados malos. ¿Alambrados?... ¿Pasa? ¡Todo! Alambre de púa también. Nosotras pasamos después. Los dos caballos, vueltos ya a su pacífica condición de animales a que un solo hilo contiene, se sintieron ingenuamente deslumbrados por aquel héroe capaz de afrontar el alambre de púa, la cosa más terrible que puede hallar el deseo de pasar adelante.

Sus estancias no tienen fin. Mi cuñado Raúl, a quien le da por hacer ironías con las matemáticas, ha hecho un cálculo, según el cual, puestos en línea recta los alambrados de los campos de misia Melchora, resultan más largos que las vallas de alambre electrizado de las trincheras europeas, que llegan desde Bélgica hasta el Danubio. Por lo demás, misia Melchora es una distinguidísima matrona.

El tren marchaba aceleradamente bajo una larga, gruesa y horizontal columna de humo que se proyectaba al costado de la vía en una sombra sinuosa y ancha que se deslizaba chata por el suelo plano; pasaba como escurriéndose por debajo de los alambrados; trepaba por sobre las parvas inmediatas, para descender luego como un torrente; cruzaba flotante los arroyos; espantaba a los teros que parecían huir alerteando un peligro; subía por las paredes de las casas en los pueblos a que el tren llegaba y al detenerse éste en las estaciones, parecía recogerse sobre misma para erguirse en línea recta, como el brazo de un gladiador alzado en alto después del triunfo.

El engaño ideado por el hombre, la astuta destreza humana, conseguían manejar fácilmente, como una mercancía, a estas fieras habituadas a la libertad del campo. Llegaban los toros que habían de ser expedidos en el tren galopando por una ancha y polvorienta carretera entre dos alambrados de agudas puntas.

El padre, impaciente por verle, propuso que los llevasen á ellos á este sitio avanzado; pero su petición hizo sonreir al jefe y á los otros militares. No eran para visitas de paisanos estas zanjas descubiertas, á cien metros, á cincuenta metros del enemigo, sin otra defensa que alambrados y sacos de tierra.

De tarde en tarde subía el zanjón y los caminantes subían con él. Bastaba un pequeño esfuerzo para ver por encima de los montones de tierra. Pero lo que veían eran campos incultos, alambrados con postes en cruz, el mismo aspecto de llanura que descansa, falta de habitantes.