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Escuchó sin quererlo: Decid miedo y no desvío, mi señora; que no quisiera caer cual nuevo Icaro. La mujer replicó: Pues pedid al amor, y no al antojo, sus alas de verdad, que ésas nunca se derriten con llevar ellas mes mas el fuego. ¡Ah, esa tez, esa boca! ¡Por Dios, don Gonzalo, haceisme daño con las sortijas!

6 Cuál es afecto mayor, lealtad, sangre ó amor, de D. Francisco de Bances Candamo. 7 Por su rey y por su dama, del propio autor. 8 También hay piedad con celos, de D. García de Aznar Vélez. 9 El español más amante y desgraciado Macías, de tres ingenios. 10 El valor no tiene edad, de Juan Bautista Diamante. Loa y baile para la comedia de Ícaro y Dédalo.

Y estalló fragorosa la borrasca... Hoy, desde aquella celda, parece percibir rumor de lucha encarnizada, pertinaz, violenta. ¡Son los cruzados de Simoun que acuden y se lanzan pujantes a la arena, son los nobles ilusos que pretenden ascender hasta el triunfo de su idea con el vuelo del águila gloriosa, sin otras alas que su sin mengua...! ¡No caerán como Icaro! está escrito : ¡Los que van con la patria siempre llegan!

Los tres mayores prodigios. Idem 21 de mayo 1691. Triunfos de amor y fortuna. Idem 26 de julio 1691. Icaro y Dedalo. Idem día de Santa Ana 1693. Psiquis y Cupido. Idem 6 de noviembre 1695. La estatua de Prometeo. Idem 26 de julio 1695. La fuente del desengaño. Idem 28 de diciembre 1695. Amor procede de amor. El 26 de julio 1697. También sin envidia hay celos. Idem 28 de octubre 1697.

11 La gran comedia de Ícaro y Dédalo, de D. Melchor Fernández de León. Págs. CAPÍTULO XII. Clasificación de las comedias de Lope, y crítica particular de algunas. El conde Fernán González. El casamiento en la muerte. Las doncellas de Simancas. Los Benavides. El Príncipe despeñado. 7 CAPÍTULO XIII. La inocente sangre. La judía de Toledo. Los novios de Hornachuelos.

Avisos de Pellicer, 4 de junio 1641. «El dia del Corpus se vió en Madrid grande gala y bizarría... á la tarde representaron los autos, uno del Doctor Mira de Amescua, Prior de Guadix, de la ronda y visita de la cárcel, en alegoría: fué cosa grande, representóle la Rosa: otro de Luis Velez de Guevara, moralizada la fábula de Icaro, no tan bueno; hizole la Gongora y Velasco con la otra mitad de la compañía de la Rosa; otro fué de Don Francisco de Roxas, que no pareció bien, fué el Sotillo de Madrid á lo divino; representole Jusepe y la Negrilla con la mitad de la compañía de la Viuda; el quarto fué el Sanson del mismo Roxas, razonable, que hicieron Iñigo y la primera dama que es Jusepa, con lo restante de la compañía de la Viuda; las galas fueron muchas, los gigantes vestidos de nuevo y la tarasca de buen gusto, con unos caballeros que lidiaban un toro

¡Oh pobre corazón! ¡Icaro triste y triste Prometeo! si subes a la altura el sol te embiste y, amarrado a la roca del deseo, ni dicha ni quietud para ti existe. Y esto lo sabes bien, ¡oh entraña mía! y sabes del sendero que es muy largo ¡oh entraña! y, sin embargo, vas cruzando el sendero en tu porfía.

Viendo la ascensión del fraile, los contrabandistas, que esperaban en la playa, habían gritado gloria in excelsis y se habían arrodillado, creyendo que era un milagro; pero el filósofo rió mucho de su simplicidad. Cuando el nuevo Icaro estuvo de pie, midió con la vista al gitano con el aire más digno y más despreciativo que le fue posible, casi como el mártir mira a su verdugo.

no has visto na replicó el viejo pastor con un gesto de supremo desdén. Nuevo y profundo silencio. Aquel osado Ícaro que había querido elevarse con alas de cera, vino al suelo para no levantarse ya. La sabiduría del tío Leandro cayó sobre él y le dejó sepultado por siempre. La paz y el silencio debidos a los que han desaparecido le acompañaron piadosamente.

El negro entonces, con una prontitud admirable, levantó una antena de la que ató una polea y una cuerda, descendió al sollado y tres minutos después se vio al reverendo elevarse majestuosamente, cernerse un momento por el aire y, descendiendo en un vuelo audaz, tomar tierra al lado del condenado, que le desembarazó amablemente de las cuerdas y garfios de que había sido rodeado aquel nuevo Icaro.