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Roxas, por ejemplo, las menciona, que servían para alabar diversas ciudades de España, las estaciones del año, los días de la semana, el arte escénico, etc., y que, sin duda, podían recitarse antes que todos los dramas imaginables. Se ha quedado la costumbre de llamar entremeses las comedias antiguas, donde está en su fuerza el arte, siendo una acción y entre plebeya gente.

Avisos de Pellicer, 4 de junio 1641. «El dia del Corpus se vió en Madrid grande gala y bizarría... á la tarde representaron los autos, uno del Doctor Mira de Amescua, Prior de Guadix, de la ronda y visita de la cárcel, en alegoría: fué cosa grande, representóle la Rosa: otro de Luis Velez de Guevara, moralizada la fábula de Icaro, no tan bueno; hizole la Gongora y Velasco con la otra mitad de la compañía de la Rosa; otro fué de Don Francisco de Roxas, que no pareció bien, fué el Sotillo de Madrid á lo divino; representole Jusepe y la Negrilla con la mitad de la compañía de la Viuda; el quarto fué el Sanson del mismo Roxas, razonable, que hicieron Iñigo y la primera dama que es Jusepa, con lo restante de la compañía de la Viuda; las galas fueron muchas, los gigantes vestidos de nuevo y la tarasca de buen gusto, con unos caballeros que lidiaban un toro

Silvestre Antonio de Roxas no es nombre supuesto; porque D. Gaspar Izquierdo afirma que lo conoció en Cadiz, en tiempo que le comunicó en substancia lo mismo; y se lamentaba del poco caso que se habia hecho de materia tan importante.

Nicolás Antonio, Bibliotheca hispana nova. Sarmiento, Memorias. Moratín, Orígenes del teatro español. Viaje entretenido, de Agustín de Roxas; Madrid, 1603, Loa de la comedia. Unos escriben Juan de la Encina, y otros Juan del Encina. Esto último parece lo más auténtico, y lo que se lee en las más antiguas ediciones de sus obras.

Si se atiende á las 48 leguas que Silvestre Antonio de Roxas pone desde el Payen hasta los Césares, caminando de norte á sur, con los 33 grados que refiere hay de Buenos Aires al Payen, no se diferencia mucho de lo que tendrá la mitad del camino, y de lo que aumenta el rumbo del poniente: porque lo demas que cae en las pampas, alejándose del sud-oeste, que es como quien endereza al mismo estrecho, queda del camino de dicho derrotero cerca de la mar, otro tanto cuanto hay por el cabo de San Antonio en la boca del Rio de la Plata.

Hasta los lugares más insignificantes quisieron también gozar de los placeres, que esta diversión proporcionaba, y acogían con avidez las compañías ambulantes, que levantaban tablados provisionales para satisfacer la curiosidad de la multitud, que á ellos acorría. A esto aluden las noticias, que anticipamos en el primer tomo, de El Viaje entretenido de Agustín de Roxas.

Pero este reparo no me hace fuerza, considerando que dicho Roxas entraria por algun acaso á la tierra y ciudad de los Césares, como indio Peguenche, disimulado de los otros indios, y atendió solo á lo visible, sin detenerse en tales particularidades; y por la relacion tan sencilla que hace en su informe, se advierte que su cuidado se redujo á informar á Su Magestad ser cierto que habia tal ciudad de los Césares españoles.

Un manuscrito de la misma Biblioteca, fecho en 21 de marzo de 1643, lleva este epígrafe: «Auto famoso de la descensión de Nuestra Señora en la Santa Iglesia de Toledo cuando trujo la Casulla al gloriosísimo San Ildefonso. Compuesto por mi Señor y grande amigo M.º Joseph de Valdivieso que aya gloria y trasladado por el licenciado Francisco de Roxas.» ¿Sería éste nuestro Rojas?

Se ha reparado en que Silvestre Antonio de Roxas no expresa en su informe qué modo de cristiandad, uso de sacramentos, y gobierno eclesiástico tienen los españoles Césares, ni qué república y leyes civiles observan; el vestuario y las armas que usan; obrages y otras circunstancias que calla; ni lo que discurren de los otros españoles de estas partes, de que talvez tendrán noticias tan dudosas y confusas como nosotros de ellos.

Para ordenar al dean D. Juan de Contreras fué menester que el cabildo le mandase entregar el báculo de plata dorado, e la mitra mayor, con lo que necesario es del Pontifical mayor, para levar á nuestro Sr. el obispo D. Sancho de Roxas á Baena.