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Por las fieras hambrientas perseguido Cruza indómito potro las llanuras, Y amarrado con fuertes ligaduras En sus hombros Mazzepa va tendido. Por la carrera al fin desfallecido El bruto cae sobre las breñas duras, Y libre de sus recias ataduras Mazzepa se levanta rey ungido.

No olvidaré nunca la primera noche que pasamos, amarrado el buque a la costa. Aún no habíamos llegado a la región del Magdalena, donde, bajo un calor insoportable, los mosquitos hacen su temida aparición. Una fresca brisa, en la que creíamos sentir ya tenuamente las emanaciones del Océano, corría sobre las aguas del río, rozando su superficie, que jugueteaba bajo el blanco clarear de la luna.

Y Alejandro acabó de derribar todos los soldados de mi ejército, mientras yo, pensativo, vacilante en la bondad de mi causa, dejaba hacer, sin atreverme a tomar la ofensiva. Aquella noche me costó dormirme; era día entrado ya, cuando me desperté en medio del sobresalto de un sueño en que me veía amarrado a un árbol, y en momentos de ser fusilado por el señor de la tienda.

Don Víctor llegó a creer que a Mesía ya no le importaban en el mundo más negocios que los de él, los de Quintanar, y sin miedo de aburrirle, tardes enteras le tenía amarrado a su brazo, dando vueltas por las tablas temblonas del salón, parándose a cada pasaje interesante del relato o siempre que había una duda que consultar con el amigo. Don Álvaro sufría el tormento pensando en la venganza.

Cuando se hubo sosegado un poco puso la mano en el hombro de Tristán. has venido con más comodidad, pero ellos se han divertido más que . No es muy seguro que hubiera gozado fuertemente cayendo, aunque fuese sobre tan grato lecho, y amarrado después a un poste repuso aquél con sonrisa irónica. Porque no sabes lo que es divertirse, ni acaso lo sepas en tu vida replicó el caballero.

En la línea de Orleans, habríamos llegado a las cinco de la mañana; en la del Oeste, después de un fastidiosísimo viaje, llegamos a las diez. Perdimos más de dos horas en obtener nuestros equipajes, y por fin, todo en regla, nos trasladamos al vapor Villa de Brest, que esperaba, amarrado al Dock y con las calderas calientes, el momento de la partida.

Es la emoción. ¡Ha sido siempre un chico tan sensibleEl pobre Gonzalito se sentía en efecto bien fatigado, bien conmovido, bien amarrado dentro de su vistoso uniforme. Todos los amigos se apresuraron a rodearle vertiendo en su oído palabras de felicitación.

Ni estás amarrado á con una cadena, ni yo á ti tampoco... Así, el día que se me ponga en el moño, con ese ó con otro, con el que me la gana, me voy y te dejo plantado. ¿Lo quieres más claro? Y sin aguardar contestación se dirigió á la puerta para subir á acostarse. Una blasfemia de Velázquez la hizo volverse. ¡Ah!... ¡Ya se concluyó mi paciencia!

Ni siquiera llega a enterarse de que su vida transcurre entre millones y millones de ascendientes que están amontonados a pocos pasos de él y le espían y dirigen. Obedece ciegamente sus tirones, sin saber dónde termina el cabo de la cuerda amarrado a su alma; cree todos sus actos ¡pobre autómata! producto de su voluntad, cuando no son más que imposiciones de los omnipotentes invisibles.

Toma, pícaro, toma, ¡ajo! ahora conocerás lo que es tener hambre... no, siento que no lo sepas todavía, porque te queda la estancia, pero, ya te llegará tu San Martín, como a los chanchos... Lo principal, que es el primer paso, está ya hecho: el Bernardino, patas arriba y el ministril aquel de las uñas largas, boca abajo; la tierra tiembla: mira, Quilito, ponte como los gauchos o los indios, la oreja contra el suelo, y sentirás un rumor así como de muchos caballos que galopan: es la vanguardia de la revolución, que se anuncia, que se armará pronto... ¡ay! ¡qué gusto! ese día, cuando el bochinche esté en lo mejor, atrapo al doctorcito Eneene... no, lo que es a ese nadie me lo toca, es mío... y con unas buenas tijeras le podo las uñas, cortándole hasta raíz de las yemas; le pongo un bonete con un murciélago pintado y un letrero que diga: ¡por ladrón! y a patadas, amarrado codo con codo, le llevo a la plaza Victoria y allí, delante del respetable público, le ensarto en la lanza del muñeco de la Pirámide; ¿qué tal? qué bueno sería, ¡ajo!