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Como no vimos la bala, comenzamos a reír, satisfechos y hasta orgullosos de que nos avisasen tan ruidosamente. Otro cañonazo, pero esta vez con malicia. Nos pareció que un gran pájaro pasaba silbando sobre la barca, y la antena se vino abajo con el cordaje roto y la vela desgarrada. Nos habían desarbolado, y al caer el aparejo le rompió una pierna a uno de la tripulación.

El Argentino toma, pretendiendo En él hacer aguage de camino: Del Estrecho la vuelta va siguiendo; Un temporal deshecho sobrevino, Con fuerza sus navíos sacudiendo: El huracan, tormenta, torbellino, A la costa una nave sin antena Entregan desrumbada en el arena. Tomando, pues, su gente el Luterano En una sola nave, con osado Y valeroso pecho, y viento sano Al puerto de Leones ha llegado.

El pobre compañero se revolvía como una lagartija, tendido en la proa, tentándose la pierna rota, lanzando alaridos y pidiendo por todos los santos un trago de agua: ¡para contemplaciones estaba el tiempo! Nosotros fingíamos no oírle, atentos únicamente a nuestra faena, separando el cordaje y atando a la antena la vela de repuesto, que izamos a los diez minutos. El patrón cambió el rumbo.

Como no vimos la bala, comenzamos á reir satisfechos y hasta orgullosos de que nos avisasen tan ruidosamente. Otro cañonazo, pero esta vez con malicia. Nos pareció que un gran pájaro pasaba silbando sobre la barca, y la antena se vino abajo con el cordaje roto y la vela desgarrada. Nos habían desarbolado, y al caer el aparejo le rompió una pierna á uno de la tripulación.

Apenas se había oído un segundo toque de silbato, cuando la tartana había aparejado y desplegado su antena, su bauprés y su trinquete y el condenado manejaba la barra del timonel.

Domingo 30, tampoco se hizo cosa, y á las ocho de la noche refrescó demasiado el viento por el nord-este, levantando grande marejada, que se aumentó por instantes, rodeando por el oeste, hasta parar en un sud-oeste furioso, que los puso en gran peligro, y obligó á capear con solo la mesana, arreadas la antena mayor y la del trinquete.

Los astutos venecianos, para arruinar á Génova, ajustaban un tratado en Perpiñán con la marina de Cataluña, y empezaba en el Mediterráneo una de las guerras más crueles de la Historia, guerra de escuadras numerosas y odio implacable, en la que eran pasadas á cuchillo tripulaciones enteras y los capitanes vencidos morían pendientes de una antena de su buque.

El negro entonces, con una prontitud admirable, levantó una antena de la que ató una polea y una cuerda, descendió al sollado y tres minutos después se vio al reverendo elevarse majestuosamente, cernerse un momento por el aire y, descendiendo en un vuelo audaz, tomar tierra al lado del condenado, que le desembarazó amablemente de las cuerdas y garfios de que había sido rodeado aquel nuevo Icaro.

Y la causa es, porque van Tan llenas de mercancias, Que aunque vogasen seis dias, Un ponton no alcanzarán. Nosotros á la ligera, Y sueltos como el fuego, Y en dandonos caza, luego Pico al viento, ropa fuera, Las obras muertas abaxo, Arbol y antena en crugia, Y ansi hacemos nuestra via Contra el viento, sin trabajo.

Uno dijera, Descálzame aquí, diablo: de improviso Un diablo de la bota le tiraba, Y la pierna á las vueltas le arrancaba. Al Armada volviendo: habia quedado La Capitana en seco, y sin antena, Sin árbol, que ya dije fué cortado Un dia de bonanza con mar llena: Por el consejo, y órden y mandado De Juan Ortiz, zaborda en el arena; Y así, quedando hecha fortaleza, La gente sale á tierra sin pereza.