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Acepta la espada, mide á su enemigo con una mirada de fuego, le apostrofa con un espumante resoplido, irgue un instante la formidable nuca, escarba la arena con suprema desesperacion y coraje, y embiste como un huracan.... El Espada se defiende con tres ó cuatro lances, casi inmóbil, y la fiera, como deseando poner fin á su lucha y su martirio, vuelve sobre el flanco de su antagonista, agacha la cabeza, surge como un relámpago de acero, estalla un inmenso grito de millares de bocas, suenan los clarines, y se ve, al disiparse la polvareda, la gran mole de un cadáver oscuro, como un peñasco, al pié de un hombre que saca su espada de entre el corazón y los lomos de la víctima, y la limpia tranquilamente contra la tosca piel del palpitante escombro....

Desde que entró en San Ginés, corrió hacia ella Estupiñá como perro de presa que embiste, y le dijo frotándose las manos: «Llegaron las ostras gallegas. ¡Buen susto me ha dado el salmón! Anoche no he dormido. Pero con seguridad le tenemos. Viene en el tren de hoy».

¡Oh pobre corazón! ¡Icaro triste y triste Prometeo! si subes a la altura el sol te embiste y, amarrado a la roca del deseo, ni dicha ni quietud para ti existe. Y esto lo sabes bien, ¡oh entraña mía! y sabes del sendero que es muy largo ¡oh entraña! y, sin embargo, vas cruzando el sendero en tu porfía.

Al fin ya de todo punto loco Jucef é insensato hizo venir de Marruecos, en fuertes jaulas cerrados, seis viejos leones rojos para en la vega soltarlos, y probar si en la árdua caza algun galan abrasado por los encantos de Leila lograba al fin el milagro de hacerse amar de la hermosa por gentil y por bizarro, que aquel que embiste á leones por lograr un fin ansiado, para no amarle es forzoso tener corazon de mármol.

En tanto, la galeota que el fiero Jucef comanda, de la ensenada en demanda, que está de la roca al pié, llega, las anclas arroja y al agua lanza el esquife, que embiste en el arrecife, donde el aduar se ve.

Preso sea el malsin que tal se alaba; pues aunque él se bendice, en mal acaba. . . . Acechador violento en las aldeas cual oso hambriento embiste al inocente: sus ojos, sin temer que los veas, atalayan, cual leon de lo eminente de su gruta, á las míseras plebeas gentes que asalta audaz cuanto inclemente, pues lisonjeando hipócrita, abatidos coge en la red, rebaños de afligidos

Con su carga dolorosa por una altura desciende Ataide; el rebato entiende, y una mirada ardorosa á la vega ansioso tiende. En los picos de la sierra las atalayas ardiendo hacen la señal de guerra, su roja hoguera, que aterra, incesantes repitiendo. ¡Ah, nos embiste el rumy! siniestro Ataide exclamó ¡mi venganza es cierta! ¡! ¡no ha de escapárseme allí! ¡él primero! ¡luégo yo!

Cuando Alcalá embiste á los tiranos y se empieza á calentar.... Pues no fué mal puyazo el que le metió el otro día á la Inquisición. Pero, sobre todo, lo que más me gusta es cuando empieza bajito y después va subiendo, subiendo la voz.... Les digo á ustedes que es el espada de los oraores.

Aquí no se puede decir, como en bahía, que el barco paladea el agua; sino que la escupe y la abofetea y la embiste, ¿no es verdad?... y hasta riñe con ella, que, como usted puede observar, no se muerde la lengua tampoco... Vea usted allá lejos unas lanchas corriendo un largo... Son boniteras, de fijo... Así se pesca el bonito, a la cacea.