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En la casa de D. Enrique vive también una dama joven llamada Clara, que, desde el primer instante, inspira á Macías la pasión más viva. El enamorado se informa del objeto de su pasión de un caballero de la corte, y oye de sus labios la respuesta siguiente: Doña Clara es mi prometida, la prometida de D. Tello.

6 Cuál es afecto mayor, lealtad, sangre ó amor, de D. Francisco de Bances Candamo. 7 Por su rey y por su dama, del propio autor. 8 También hay piedad con celos, de D. García de Aznar Vélez. 9 El español más amante y desgraciado Macías, de tres ingenios. 10 El valor no tiene edad, de Juan Bautista Diamante. Loa y baile para la comedia de Ícaro y Dédalo.

Ni Las Cantigas del Rey Sabio, ni cuantos versos hay en los Cancioneros del rey Don Dionis, de Resende, etc., podrían atribuirse por las palabras y las frases mismas á poetas de Portugal ó de Galicia. Por el habla, por lo que dejó escrito, tan gallego es el infante Don Pedro, como es portugués Macías el enamorado.

Macías se desespera, y va á la guerra en busca de la muerte; distínguese tanto en ella por su valor, que se le condecora con la cruz de Santiago; parece huir de él la apetecida muerte, y su pasión, que trata inútilmente de domeñar, le obliga á encaminarse de nuevo á Córdoba.

Tomo II: La Xarretiera de Inglaterra, El Austria en Jerusalén, El esclavo en grillos de oro, El sastre del Campillo, Más vale el hombre que el nombre, El duelo contra su dama, San Bernardo Abad, El español más amante y desgraciado Macías, varios autos y entremeses. Pellicer, Tratado histórico, etc., pág. 239.

Macías, joven caballero castellano, se encamina á Córdoba para hacer allí fortuna en la corte de Enrique de Villena, gran Maestre de Santiago. La casualidad hace que, no lejos de la ciudad, salve la vida á un caballero atacado por salteadores. Este caballero es el mismo gran Maestre, que después lo acoge con singular benevolencia á causa del servicio que le prestara.

El caso había sido muy sencillo: un madrileño que nos conocía de vista, pero que no nos trataba, nos vió llegar á la Estación; el madrileño se lo dijo á un compañero suyo de oficina, que era amigo mío; el amigo mío, que sabía mi intimidad con Losada, fué á casa de éste en nuestra busca; Losada envió en seguida recado al Chantre y á Villar y Macías, y organizóse en el acto una batida general por todas las fondas y casas de pupilos, comenzando por el Hôtel del Comercio.

Y como digo, él estaba entre ellas hecho un Macías, diciéndoles más dulzuras que Ovidio escribió. Pero como sintieron dél que estaba bien enternecido, no se les hizo de vergüenza pedirle de almorzar con el acostumbrado pago.

Pero, en medio de los aplausos, no faltaron cortesanos y damas que en voz baja hablasen de un sujeto cuya ausencia no extrañaban aunque hacían sobre ella comentarios, tal vez piadosos, tal vez malignos. Era este sujeto el trovador Bernardín Riveiro, estimado como nuevo Macías. Nadie ignoraba su audacia, su fervoroso amor a doña Beatriz.

Clara no parece mirar con malos ojos á su fogoso amante, pero la voluntad del gran Maestre y sus esponsales anteriores con D. Tello la obligan al fin á casarse con éste. El desventurado Macías es atacado de una especie de delirio; las endechas de su amor sin esperanza son celebradas en todo el país, y hasta el día de hoy dura la frase de enamorado como Macías.