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Tenía varios espías, verdaderos esbirros de sotana. El más activo, perspicaz y disimulado, era el segundo organista de la Catedral, que ya había sido delator en el seminario. Entonces iba al paraíso del teatro a sorprender a los aprendices de cura aficionados a Talía o quien fuese. Era un presbítero joven, chato, favorito de la madre del Provisor doña Paula. Se apellidaba Campillo.

El sencillo monumento erigido por Ambrosio de Morales en el Campillo desapareció en tiempo de la invasion francesa.

¡Pues está bueno! repuso la madre : ¿para quién me paso yo hilando los días y las noches? ¿No es para ti y para tus hijos? ¿Quieres que sea como el sastre del Campillo, que cosía de balde y ponía el hilo? En este momento se presentó Momo a la puerta de la cocina.

Si nos dejasen armar un corro en el patio, chicas, ¿eh? Pareció de perlas la ocurrencia, y salieron al patio de entrada, y de allí al magro campillo colindante, y perteneciente también a la Fábrica. Estaba el día sereno y apacible; el sol doraba las hierbas quemadas por la escarcha, y se colaba en tibios rayos oblicuos al través de los desnudos árboles.

La madrastra más honrada. Los novios de Hornachuelos: representóla T. Fernández. El médico de su honra: representóla Avendaño. El sastre del Campillo: representóla Manuel Vallejo. Allá darás rayo: representóla Manuel Vallejo. La Selva confusa: representóla Manuel Vallejo. Julián Romero: representóla Antonio de Prado. Los Vargas de Castilla.

Una cosa notable en Granada: en la plaza llamada del Campillo, dominada por el teatro, se ostenta un monumento consagrado á la memoria del Talma español, el ilustre Isidoro Máiquez, hijo de Granada, como el triple artista Alonso Cano y el poeta dramático Lope de Rueda.

Ibros, lugar célebre en los fastos del contrabando; Jandulilla, Campillo de Arenas, y otras localidades, entregadas más tarde al sable de la Guardia civil y de los Carabineros, enviaron respetables escuadrones, con la particularidad de que por venir armados hasta los dientes, y ser todos unos caballeros de muy buen temple, que sabían dónde echaban la boca del trabuco, se les reputó como auxiliares muy eficaces del ejército.

Haciéndose cargo de la impaciencia de su amiga, el ciego descolgó de un clavo el traje que él llamaba nuevo, por un convencionalismo muy corriente en las combinaciones mercantiles, y lo entregó a su amiga, que en cuatro zancajos se puso en el patio y en la Ronda, tirando luego hacia el llamado Campillo de Manuela.

En la biblioteca del duque de Osuna se encuentran manuscritas de Belmonte las comedias: El sastre del Campillo, autógrafa, con la firma de Luis de Belmonte Bermúdez: 1.º de augusto 1624. El satisfecho, autógrafa, con firma, fecha en Sevilla, el 5 de julio de 1634. El conde de Fuentes. El hortelano de Tordesillas. A un tiempo rey y vasallo, autógrafa, con firma y licencia de 1642.

Además, allí está el cura... para eso está don Antero.... ¡Su Ilustrísima no puede... no saldrá de aquí! Y no salió. El que entraba y salía era el Chato, Campillo, que hablaba en secreto con don Fermín y volvía a la calle a recoger rumores y a espiar al enemigo. El cual se presentaba amenazador en la calle estrecha y empinada en que vivía don Santos, casi enfrente de la casa del Magistral.