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Don Juan dormía esa tarde, y sobre un sofá de la sala, la obligada siesta de los españoles rancios, y despertó, rodeado de esbirros, a la intimación que le dirigió el alcalde. ¡Por el rey! Dése preso vuesa merced. El vizcaíno echó mano de un puñal de Albacete que llevaba al cinto y se lanzó sobre el alcalde y su comitiva, que aterrorizados lo dejaron salir hasta el patio.

Maltrana y el señor Manolo, oyendo al famoso dañador sus propósitos de no arriesgarse aquella noche, recobraban la tranquilidad. Les había encogido el corazón al oír a aquellas gentes que hablaban de heridas, de palizas y de presidios, como incidentes naturales de su oficio. ¿ estás seguro de que no tropezaremos a los esbirros? preguntó el señor Manolo a su hermano.

Al efecto, una noche presentáronse los inquisidores en su casa, donde le sorprendieron en una de las habitaciones de ella, sin que Perea hiciese resistencia alguna; antes al contrario, con muy prudente actitud y mesurado tono, hizo presente á los esbirros del tribunal que estaba á disposición de ellos, rogándoles, sin embargo, que aguardasen algunos instantes, pues tenía urgencia de evacuar una imperiosa necesidad en que nadie podía sustituirle.

Al viejo contrabandista le temblaban las carnes de placer oyéndole relatar sus proezas. El muchacho vengaba a su compadre y a él de los sustos sufridos en la montaña, de los golpes que les habían dado los que él apellidaba «los esbirros». ¡De seguro que a éste no se le ponían delante para quitarle la carga!... El mozo era de los de caballería y no se limitaba a entrar tabaco.

no habrás leído los papeles de hoy le preguntó al detenerse en la acera . Pues bien; el Mosco ha muerto; mejor dicho, le han matado. Los esbirros han conseguido lo que deseaban. Y relató la muerte trágica de su hermano. Los diarios dedicaban al suceso unas cuantas líneas. Aquel homicidio en tierras reales no inspiraba interés.

El maestro Águila, después de toser varias veces, comenzó un rasgueo, interrumpido de vez en cuando por las escalas gimeantes de la cuerda prima. Uno de los esbirros de don Luis destapó botellas y ordenó las filas de cañas, ofreciendo estos tubos de cristal, llenos de líquido dorado con una corona de burbujas. Las mujeres, atraídas por la guitarra, llegaron corriendo de la cocina.

Nosotros debemos procurar que Frontaura ignore nuestra llegada á su ínsula, á fin de sorprenderlo y de poner en solfa á sus esbirros é inquisidores. Pues entonces optamos por no asistir al besamanos oficial, y luego iremos con ustedes á ver á Frontaura. ¡Admirable idea! De este modo podrán ustedes hacernos el obsequio de acompañarnos ahora mismo á visitar la Universidad.....

Tenía varios espías, verdaderos esbirros de sotana. El más activo, perspicaz y disimulado, era el segundo organista de la Catedral, que ya había sido delator en el seminario. Entonces iba al paraíso del teatro a sorprender a los aprendices de cura aficionados a Talía o quien fuese. Era un presbítero joven, chato, favorito de la madre del Provisor doña Paula. Se apellidaba Campillo.

¿Está usted bien seguro de que es a mi hija a quien viene usted a prender? , señor, traigo orden de prender a la señorita doña María Elorza. Ruego a usted que me la entregue sin pérdida de tiempo. Aquí está dijo María saliendo del hueco del balcón y avanzando hacia el jefe de los esbirros.

A la entrada de la casa de la policia hay numerosa guardia de tropa: Don Marcelino se va á entrar por la primera puerta que se ofrece, y el granadero le dice: «AtrasEncaminase á la otra, y el centinela le grita en alta y destemplada voz: «Paisano, la capaQuítase el embozo, prosigue algo mohino, y los esbirros, que se resienten de la rigidez gubernativa, le dicen en ademan descortes: «no vaya V. tan aprisa; aguarde V. su turnoLlegado á la mesa, el oficial le dirige mil preguntas investigadoras, le mira de pies á cabeza, como si sospechase que el pobre D. Marcelino es uno de los jefes del motin del otro dia.