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Ni Las Cantigas del Rey Sabio, ni cuantos versos hay en los Cancioneros del rey Don Dionis, de Resende, etc., podrían atribuirse por las palabras y las frases mismas á poetas de Portugal ó de Galicia. Por el habla, por lo que dejó escrito, tan gallego es el infante Don Pedro, como es portugués Macías el enamorado.

En nuestra literatura tenemos esta leyenda en Las Cantigas del Rey Don Alonso, y en Gonzalo Berceo; y algo semejante da asunto a Calderon para su famosa comedia El mágico prodigioso.

Entraron dos cantadoras, mientras nosotros fumábamos, y durante largo tiempo, entonaron con una modulación gutural viejas cántigas de los tiempos de la dinastía Ming al són de guitarras forradas de piel de serpiente, que dos tártaros, en cuclillas, rasgueaban con una cadencia melancólica y bárbara. La China tiene encantos raros.

Síguen otras tres cantigas que de igual modo que esta, cantaron juglares ante el Concejo en los días de Navidad de tres años siguientes, por las cuales recibió el poeta sendas cien doblas.

Provechoso fué especialmente para la literatura el esmero con que cultivó la lengua nacional, ya impulsando la publicación de obras innumerables, ya escribiéndolas él mismo. Entre ellas es muy importante para nosotros la colección de cantígas, en honor de la Santa Virgen.

Al poema del Cid siguió la traduccion del Fuero Juzgo, y el código de las Partidas, cuyo autor, el célebre D. Alonso el Sabio, fué como Solon, poeta al mismo tiempo que legislador. Sus cántigas y sus coplas de arte mayor, verdaderas joyas poéticas, contribuyeron inmensamente á pulir el tosco lenguaje de aquella época de barbárie.

Y sin embargo, no tuvieron empacho en dar 30 maravedises á los juglares que amenizaron la reunión con sus músicas y cantigas.

Este privilegio nos inclina á creer que acaso sirvió al mismo Enrique III, al cual debería la exención de todo pecho y tributo, más bien que al niño Don Juan II proclamado en 1406. Posible es que este juglar fuera uno de aquéllos á quienes se refiere el siguiente título que va á la cabeza de unas cantigas citadas en el Cancionero de Baena.

El cumintán tiene algo de salvaje, algo que hace volver la vista á los agrestes bosques en que se escuchan sus acordes. Tiene sus reminiscencias de las antiguas cántigas moriscas, recordando no pocas veces el gemir del polo gitano. El cumintán nació con la primera guitarra que se oyó en estas playas.