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Batida en el terreno crematístico, Amparo tocó otra cuerda para seguir hablando de lo que la gustaba; que no se le cocía el pan en el cuerpo hasta desembuchar cuanto había visto y esperaba ver. ¡El día que lleguen por tierra los delegados de Cantabrialta... se prepara una buena! ¿No sabes? ¿Mucha fiesta?

¡Crijstiano!... ¡crijstiano! repetía con asombro el inglés. ¿Qué ser crijstiano? Hombre de Cristo. ¿No sabe la dotrina? ¡Pus depréndala! Cuando estaban de ver aquellas preciosas damas, era de cinco a seis de la tarde, hora en que ya llevaban bailados cuatro o cinco valses y otras tantas polkas. La sangre bien batida, teñía de vivo carmín sus mejillas frescas.

Verdad es que la fachada del teatro Español no ostentaba los primores del revoque moderno, que confunde en sabrosísimo consorcio los edificios públicos y los platos de huevos moles adornados de clara batida, donde las Góngoras lucen la habilidad de sus manos para delicia de los fieles golosos; verdad es que aquella tierra inculta no se habia engalanado todavía con la improvisada exuberancia de la naturaleza municipal; pero no es ménos cierto que la Plaza de Santa Ana, sin sus tenduchos de madera en que los gorriones morian tan rabiosos y desesperados como Werther, en que los grillos se ensayaban para cantar zarzuela, en que los titís y las cacatúas daban con sus asquerosas miradas y con su coquetismo, abundantes pruebas de que los vicios y flaquezas son lo que más une al hombre con los animales; sin todo eso, repito, la Plaza de Santa Ana será todo lo que se quiera... ménos la Plaza de Santa Ana. ¿Quién, cuando muchacho, no se ha extasiado ante aquellos destartalados cajones? ¿Quién, por el módico precio de dos cuartos, no ha comprado, al mismo tiempo que la pobre víctima, el cargo de verdugo, ejercido con tanta inocencia como resolucion?

La hoja mejor batida era aquella que había estado más cerca de partirse en la bigornia. Nueva confianza en su destino erguía ahora su hercúlea voluntad, y sentíase como ebrio de ilusión, llegando a decirse a mismo las frases admirativas que su sola presencia provocaría muy pronto por doquier. Luego examinaba, ponderaba. ¿Qué linaje en Castilla más claro y antiguo que el suyo?

Luego, de allá, del fondo de la memoria, surgía la figura de un semigaucho, que con reminiscencias de vidalitas, ofrecía su mazamorra batida, y tras él un negro pastelero, que silbaba y muy echado para atrás, muy ventrudo, llevando en la cabeza un gran cajón de factura, soplaba como un fuelle: "ta tapao; meté la mano".

Al extremo de la tierra firme, en una especie, de península, pedregosa, batida del mar por tres lados había un faro, hoy día destruido, rodeado de un jardincito, con setos de tamarindos tan cerca de la orilla, que cada marea un poco fuerte quedaban hundidos en espuma. Era aquél el punto de cita elegido ordinariamente para reunirnos, como he dicho, después de las cacerías.

Sabed que á sus ojos no sois sino despreciables reos de sedicion, y que no hay en vuestro martirio lances estraordinarios que merezcan interrumpir las ocupaciones ni los ocios favoritos de los magnates. ¿Es acaso mas interesante vuestro suplicio que una batida en la sierra, ó una partida de ajedrez en palacio, ó que la recepcion de una embajada importante y lujosa como la de los legados de Teófilo, ó que la discusion de un caso de conciencia en plena reunion palatina, ó que la consulta sobre una innovacion en la etiqueta real , ó que el grato entretenimiento de escuchar los cantos, las historias, los versos y lisonjas de un Zaryab?

Por segunda vez, Eva echó una mirada circular a la multitud de los cazadores, equipados y armados en razón inversa de su habilidad cinegética, pues los más temibles para la caza no eran los que tenían mejor escopeta ni más profundo morral; pero ella no hizo ninguna profunda reflexión. Carlos se reuniría con ellos, sin duda, en la Cruz del Pequeño, donde debía empezar la batida.

El caso había sido muy sencillo: un madrileño que nos conocía de vista, pero que no nos trataba, nos vió llegar á la Estación; el madrileño se lo dijo á un compañero suyo de oficina, que era amigo mío; el amigo mío, que sabía mi intimidad con Losada, fué á casa de éste en nuestra busca; Losada envió en seguida recado al Chantre y á Villar y Macías, y organizóse en el acto una batida general por todas las fondas y casas de pupilos, comenzando por el Hôtel del Comercio.

Se adaptan bien; se espolvorean con azúcar y canela y se les pasa por encima la pala candente. TORTILLA CON DULCE. Se trabajan bien cuatro yemas con cincuenta gramos de azúcar molida; se añaden las claras batidas a punto de nieve, cincuenta gramos de harina y un vaso de nata bien batida.