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Sin poderlo evitar, las remedaba con mis gestos; y para contradecirlas, que era en todo cuanto hablaban, remedaba también sus voces con la mía. Las hubiera tirado con los platos de muy buena gana, y no me diera por satisfecha sin arrojarlas a escobazos del comedor.

Las mujeres que hacían la limpieza por las mañanas le obligaban á refugiarse en el despacho con sus terrestres escobazos. No le era permitido formular observaciones, no podía extender un brazo galoneado, lo mismo que cuando reñía á la grumetería descalza y despechugada, exigiendo que la cubierta quedase limpia como un salón. Se sentía empequeñecido, exonerado.

Las segundas, para el éxito intelectual y estético. Belarmino era de esta segunda clase de personas. Xuantipa le hacía levantar a escobazos, como en un ojeo se ahuyentan las liebres encamadas. Después, durante las horas antemeridianas, era hombre inútil. Sentía la frente llena de humareda que le descendía a los ojos y se los escocía y enturbiaba.

¿Pero crees, Lorenzo interrumpió Melchor violentamente, que yo puedo, tener respeto por la cáfila de bribones que se habrán completado para declarar enfermo al viejo... cuando el viejo no tiene más «enfermedad» que la de tener algunos recursos?... ¿Y crees que yo puedo o debo respetar a esos ceremoniosos caballeros que hablan solemnemente y no se sonríen siquiera ante nadie, para poder pasar por «hombres serios»?... ¡Bah! no seas infeliz: en la mayoría de los casos son unos grandísimos trapalones que después de haber tocado en todos los fondos de la corrupción y del vicio, ahitos de impudicias y de concupiscencias, se cubren las llagas con el manto de los honestos y de los virtuosos... verdaderos escenógrafos en el drama de la propia vida, que nos la pintan o nos la muestran a la manera de esos telones teatrales que representan, vistos de lejos, un hermoso paisaje apacible, hecho burdamente a escobazos con pinturas ordinarias.

La admiraba y la protegía a prudente distancia; pero esta prudencia se parecía demasiado en sus tramites al desvío de un extraño, y él no podía conformarse con tan poco. Ya sabemos que había vuelto a frecuentar la casa de la marquesa desde que se andaba en ella a escobazos con el diablo. En una de sus visitas, estando ya la desterrada joven en Madrid, halló a su amiga muy alarmada.

Es un chico muy decente, y si tira a su padre... ya ve usted... Por supuesto que Carlota, por lo guapa y bonachona, merecía un infante de Ingalaterra... Pero, hijita, los tiempos no están para andar a escobazos con los hombres.

Comenzaba a desplomarse del cielo una luz gris, cernida por el denso celaje: la inmensa sábana de agua tomaba un color blancuzco de ajenjo. Flotaban en la corriente, como escobazos de miseria, los despojos de la inundación; árboles arrancados de cuajo, haces de cañas, techumbres de paja de las chozas; todo sucio, pringoso, nauseabundo.

La numerosa servidumbre de la casa emprende la faena de limpieza, y estrépito de escobazos corre por salas y pasillos, confundiéndose con el sacudir de ropas, el arrastrar de muebles.

Luchando entre su amor propio, que se resistía, y su cariño a Quilito, que la empujaba, llegó, y desde la esquina, miró la casa. ¡Cuántas veces había pasado por delante, la cabeza muy alta, orgullosa de poder proclamar con esta actitud, que no necesitaba de ellos, los Esteven! quién la hubiera dicho entonces... Vió ante la puerta dos carros de mudanza, y changadores que entraban y salían, y descargaban en la acera muebles, cuadros y estatuas; los sillones de brocatel, en medio de la calle, las consolas doradas y los vasos de ónix, producían singular efecto sobre la alfombra poco limpia del empedrado: era la casa de Esteven que se desmoronaba, el lujo arrojado a escobazos por la ruina, la soberbia insolente castigada por la justicia; aquellos rudos gañanes eran sus ejecutores inconscientes.

que lo estoy repuso entre severa y risueña y escape usted pronto, señor marqués, antes que le siente las costuras con el palo de la escoba. ¿Pero de veras estás enfadada? De veras lo estoy. Pues bien, te pido perdón humildemente dijo poniéndose de rodillas . Dame todos los escobazos que quieras, porque yo no pienso moverme.